viernes, 31 de agosto de 2012

ASÍ DEBES HACER UN BUEN SUSHI


Para hacer un buen sushi lo primero que tenemos que saber qué ingredientes queremos utilizar y cuáles son las herramientas que necesitaremos:
HANGIRI. Es quizá uno de los utensilios más conocidos en occidente. Se trata de un barril de madera de ciprés donde se enfría el arroz una vez se ha hervido.
HOCHO. Cuchillo de cocina especial para cortar sushi y filetear pescado.
MAKISU. La famosa estera de bambú enrollable.
RYORIBASHI. Palillos de cocina.
SHAMOJI. Paleta de madera para arroz.
MAKIYAKINABE. Sartén de tortilla rectangular o cuadrada.
SAIBASHI. Palillos de madera para cocinar.

Una vez tenemos todos los utensilios, deberemos decidir qué tipo de sushi queremos preparar y para ello, debemos elegir qué ingredientes utilizaremos. Los más comunes son: 
arroz de sushi (casi imprescindible), vinagre de arroz, algas nori, wasabi (pasta de rábano picante), salsa de soja (preferiblemente japonesa, pues la china muchas veces es más densa y oscura), semillas de ajonjolí, jengibre encurtido, pescado fresco, vegetales como pepino o aguacate, o un buen queso cremoso.

Para facilitar la elaboración del sushi podemos dividir el proceso en cuatro partes.
1. Al principio deberemos hacer la mezcla para el arroz. Para ello mezclaremos vinagre de arroz y azúcar en una proporción de 3 a 1. Es decir, podemos mezclar en una taza tres cucharadas de vinagre y una de azúcar, agitando hasta que este último quede casi disuelto. Es normal que no se disuelva totalmente.


2. El arroz. Pondremos una taza de arroz en un colador y la mantendremos bajo el grifo del agua hasta que el arroz pierda el almidón. Al principio el agua filtrada por el arroz será blanquecina y cuando el almidón haya desaparecido volverá a ser transparente. Verteremos el arroz en una olla a fuego medio, sin aceite ni sal. Moveremos el arroz para airearlo y echaremos agua hirviendo en la olla, aproximadamente dos tazas y media de agua por cada taza de arroz. Así el arroz deberá permanecer unos 20 minutos a fuego lento. Es fundamental que durante este proceso el arroz no se nos pegue. Apagaremos el fuego y verteremos el arroz en una fuente, donde poco a poco le iremos añadiendo la mezcla del paso 1, uniformemente. Es fundamental dejar enfriar completamente el arroz antes de continuar. Algunos expertos opinan que el mejor arroz es el que lleva varias horas de reposo.

3. Los rollos de sushi. Extendemos la esterilla (makisu) y la cubrimos con film de plástico, sobre el que depositaremos una lámina de alga nori, por cualquier cara de la misma, en la parte central de la esterilla, sin que el nori ocupe toda la superficie, dejando unos 3 dedos de margen entre el nori y el borde de la esterilla.
Esparciremos el arroz de manera uniforme, una capa de un centímetro de espesor aproximadamente, sobre el nori, usando las manos. Depositaremos el relleno de nuestro sushi, cortado en finas tiras, centrado en la parte inferior del nori, ligeramente hacia abajo.
Si queremos que nuestro sushi tenga la parte del arroz afuera (para poder rebozarlo con semillas de sésamo, por ejemplo) sólo tendremos que variar la forma en que colocamos el relleno. Una vez que el arroz esté sobre el nori, le damos a este la vuelta y depositamos el relleno sobre la parte limpia de alga nori, centrado en la parte inferior.


4. ¿Cómo enrollamos el sushi? Tomamos la parte inferior de la esterilla y envolvemos los ingredientes y el arroz con ella. A medida que vamos enrollando la mezcla vamos prensando suavemente para que el preparado sea más compacto. Puede que durante el proceso el relleno tienda a salir por los extremos de la esterilla, por tanto es conveniente usar las manos como topes. Una vez hecho esto, el rollo de sushi está listo y sólo falta el corte, para lo que deberemos utilizar un cuchillo bien afilado, y hacer cortes firmes con una sola pasada de la hoja para evitar deshacer el rollo.
Fuente: sushi.com

jueves, 30 de agosto de 2012

LOS SONIDOS DEL UNIVERSO

Puede resultar curioso, pero en el espacio no existe el sonido tal y como lo conocemos.
El sonido es una onda mecánica que no puede propagarse a través del vacío, además, sin materia a través de la cual vibrar (atmósfera), solo puede existir el silencio, un absoluto y completo silencio.

Aunque la mayoría de los acontecimientos estelares (explosiones, impactos) se producen con una gran violencia y majestuosidad, no producen ningún tipo de ruido sonoro en el vacío espacial, Paradójico, ¿verdad?
La velocidad con la que se propaga el sonido depende del medio por donde viaja, el sonido viaja más rápido a través de los sólidos y líquidos que por los gases.
En el aire, a una temperatura de 20 grados, la velocidad del sonido es de unos 340 metros por segundo. En el agua es de 1.600 m/s, en la madera es de 3.900 m/s y en el acero es de 5.100 m/s ...
Evidentemente, todos los acontecimientos que ocurren en el vasto Universo producen algún tipo de emisión (onda mecánica, electromagnética, radiación etc.) y para que puedan resultar audibles necesitan de una transcripción o interpretación a nuestro sistema sonoro. 
En este sentido, la NASA ha recopilado unas interesantes grabaciones transformadas a nuestro sistema sonoro para que podamos escuchar los sonidos del Sistema Solar y el universo.  En algunos casos se recogen señales de radio y en otros se recogen vibraciones electromagnéticas.

Así suenan para el oído humano algunos de los sonidos del espacio:



La NASA y el Dr. Jeffrey D. Thompson iniciarón en 1989 un proyecto en el cual se captaron diversas vibraciones electromagnéticas grabadas por medio de la antena de ondas de plasma de la sonda Voyager I y Voyager II de acuerdo al rango de escucha del ser humano [20~20 000 Khz].
Júpiter es un majestuoso planeta compuesto principalmente de hidrógeno y helio, un planeta de gases cuyas altas presiones y temperaturas hacen que estos formen una transición gradual a estados líquidos, comprimiéndose en un plasma metálico.

Los vientos de Júpiter fluyen a 1.000 metros por segundo y su campo magnético es 4.000 veces más fuerte que el de la Tierra, un poderoso campo magnético oscilante cuyas partículas se propagan más allá de la magnetosfera y a velocidades de decenas de miles de kilómetros por segundo. Las complejas interacciones de partículas con carga electromagnética, la magnetosfera del planeta y otros curiosos fenómenos físicos y químicos crean el tipo de vibraciones magnéticas o " paisajes sonoros " que podemos escuchar en esta grabación: (Pon un poco mas de volumen para oir)


Fuente: todointeresante.com

miércoles, 29 de agosto de 2012

LOS REALITIES. Articulo escrito por UMBERTO ECO


Artículo publicado en el periódico “EL PAIS” de Cali
"Hubo un tiempo en que las reputaciones sólo podían ser buenas o malas, y cuando la reputación de una persona quedaba arruinada, (debido a una bancarrota o una infidelidad, por ejemplo)  podía llegar al extremo de suicidarse o cometer un crimen de pasión. Hoy, sin embargo, el énfasis en la reputación ha cedido su lugar a un énfasis en la notoriedad".
En una re­ciente serie de sucesos en Boloña, organizada por el diario italiano La Repubblica, casualmente sostuve una conversación acerca del concepto de la reputación.
Hubo un tiempo en que las reputaciones solo podían ser buenas o malas, y cuando la reputación de una persona que­daba arruinada (debido a una bancarrota, por ejemplo, o por el rumor de que su esposa le estaba siendo infiel) podía llegar al ex­tremo de suicidarse o cometer un crimen de pasión. Naturalmente, todos aspiraban a tener una buena reputación.
Desde hace un tiempo, sin em­bargo, el énfasis en la reputación ha cedido su lugar a un énfasis en la notoriedad. Lo que importa es ser 'reconocido' por los compañeros. No en el sentido de estima o de premios, sino en el sentido más banal de que, cuando uno es visto en la calle, pueden decir "¡Miren, es él!'!
La clave radica en ser visto por mucha gente, y la mejor forma de hacer eso es aparecer en televisión. No es necesario ser un ganador del Premio Nobel o un primer mi­nistro; todo lo que uno tiene que hacer es confesar en un programa de TV que su compañera lo ha traicionado.
En Italia, cuando menos, los pri­meros héroes de este género fueron esos idiotas que acostumbraban colocarse detrás del entrevistado y saludaban a las cámaras. Esto quizá los haya ayudado a ser reconocidos la noche siguiente en un bar ("¡Te vi en la televisión!"), pero tal fama no duraba mucho.
De forma que gradualmente fue aceptado que, para poder hacer apariciones frecuentes y promi­nentes, era necesario hacer cosas que, en épocas pasadas, hubieran arruinado la reputación de una persona. No es que la gente no aspire ya a tener una buena re­putación, sino que es bastante di­fícil adquirirla; una persona tendría que realizar un acto de heroísmo, ganar algún premio literario im­portante o dedicar toda su vida a cuidar a leprosos.
Cosas así no están al alcance de la mayoría. Es más fácil convertirse en un sujeto de interés popular —especialmente de la variedad más mórbida— mediante el recurso de acostarse con una celebridad o ser acusado de un fraude.
No estoy bromeando. Como prueba, observe al aire orgulloso del extorsionista o del bribón ba­rato de barrio que aparece en la televisión después de ser aprehen­dido. Esos momentos de exposi­ción y notoriedad bien valen un poco de tiempo en la cárcel, y es por eso que el bribón casi siempre está sonriendo. Han pasado dé­cadas desde el tiempo en que la vida de una persona quedaba arruinada porque era exhibida su­jeta por unas esposas.
Éste es el tipo de cosas de las que hablamos en el evento de la Reppublica, respecto de la reputación.
Justo al día siguiente di con un largo artículo en la prensa titulado 'Pérdida de la vergüenza' —un co­mentario acerca de diversos libros con títulos como 'Vergüenza: la metamorfosis de una emoción' y 'Sin vergüenza! Así que al parecer la pérdida de la vergüenza está presente en diversas reflexiones sobre las costumbres modernas.
Ahora bien, este deseo frenético de ser visto —y de obtener no­toriedad al precio que sea, incluso si significa hacer algo que antes era considerado vergonzoso— ¿brota de la pérdida de la vergüenza, o es lo opuesto? ¿Se ha perdido nuestro sentido de la vergüenza porque actualmente es más importante ser visto, aunque eso signifique caer en desgracia?
Me inclino hacia la segunda hi­pótesis. Es tanto el valor que se da a ser visto, y en convertirse en tema de conversación, que la gente está dispuesta a abandonar lo que antes era llamado decencia (no digamos ya la protección de la propia privacidad).
El autor de 'Pérdida de la ver­güenza' también menciona otra señal de desvergüenza. Muchas personas hablan en voz alta por sus teléfonos celulares en el tren, informando a todos de sus asuntos privados —el tipo de información que antes se susurraba, no se tras­mitía. No es que la gente no se dé cuenta de que otros pueden es­cucharlos, lo que los haría sim­plemente gente sin educación, si­no que subconscientemente quie­ren ser oídos, incluso si sus asun­tos privados son bastante insig­nificantes. Pero, qué vamos a ha­cer: no todo el mundo puede tener asuntos privados importantes, así que quizá es suficiente con ser visto y oído.
He leído que algún movimiento eclesiástico está promoviendo un retorno a la confesión pública. Tienen cierta razón: ¿qué tiene de divertido revelar tu vergüenza a un solo confesor cuando se puede es­tar hablando a las masas?