Permitamos el desarrollo de todas las iniciativas, que puedan conducirlos a lograr los objetivos y las metas que se proponen.
Acompañemos su propia aventura del
conocimiento.
Respetemos su derecho a formarse un criterio propio sobre los valores.
Respetemos su intimidad, su tiempo, su vida afectiva, sus intereses, sus juegos, sus silencios.
Discutamos con ellos acerca de sus inquietudes, sin ocultar nuestros puntos de vista, pero permitiéndoles que tomen sus propias decisiones.
Tomémonos el trabajo de
explicarles la razón de toda norma para que la organización social y el ejercicio
de la autoridad sean valorados.
Y sobre todo aceptemos que no
somos los propietarios de sus vidas, que desde el principio han sido personas
completas, independientes, capaces de soñar , capaces de imaginar su propio
mundo con el pleno derecho a elegir sobre cada uno de sus actos.
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