Skorpios, es una isla muy verde que se tiñó de rosas y amarillos
en sus épocas gloriosas, pero que en el fondo tiene negras leyendas.
Skorpios fue adquirida por el magnate griego Aristóteles
Onassis a principios de los años 60 como un regalo presumido, para Maria
Callas (soprano griega nacida en Estados Unidos, considerada la cantante
de ópera más eminente del siglo XX).
No solo compró la isla, sino que tuvo también que adquirir una
montaña cercana, en Lefkada, para abastecer de agua a la isla y convertirla en
el jardín que es hoy. Allí paso la diva largos veranos viviendo su pasión
arrebatadora, esa que le dejó sin voz y posiblemente sin habla, cuando se
enteró por la prensa de que su querido Ari contraía segundas nupcias con la
mujer más famosa del momento; Jacqueline Kennedy.
La compra de Skorpios enojó a muchos pastores que tenían allí
sus rebaños de cabras. Dicen los rumores que alguno juró matarle; pero Onassis
se convirtió en un personaje popular y supo hacerse apreciar en la zona a base
de buenas prebendas.
Un islote en el que solo saltaban las cabras, pasó del
anonimato, a las pantallas de los televisores y los cines; un islote donde
igual podías ver a Churchill, que a Grace de Mónaco y Rainiero; donde
entre agudos y pianísimos se oían las dramáticas peleas de la Callas, o el
helicóptero que venía a traer el pan fresco de Jackie, todos los días, desde su
panadería favorita, a trescientos kilómetros.
Cualquier rico que se preciara quería tener una cosa así. Por
ejemplo, Spetsopula, en el mar Egeo, propiedad de Niarchos, su rival en los
negocios y en la vida en general; el que consiguió casarse con la ex-esposa de
Onassis, que más tarde se suicidó. Fin del primer acto de la tragedia.
Onassis en los negocios no solo era un lince, sino que carecía
de escrúpulos. Se dice que alguna victima arruinada por sus manejos financieros
le lanzó una maldición que hizo extensiva a sus descendientes. Puede ser verdad
o fábula, pero lo cierto es que la vida de los personajes asociados a la isla
no pudo tener más funestos desenlaces.
Los hijos de Onassis y Jackie, muertos en accidente de aviación;
el cadáver de Cristina Onassis, hallado en su piscina tras un síncope
asociado a una vida llena de consumo de barbitúricos, a causa de sus amores
atormentados con el padre de su hija Athina;
La Callas, sola y abandonada en Paris; el mismo Onassis, loco de
dolor por la muerte de su primogénito, fue presa de una rara enfermedad. Una
historia llena de tragedias.
El testamento de Onassis parece ser que dejaba claras dos cosas:
que el padre de Athina, su nieta, no tocaría un dólar hasta que la niña fuera
mayor de edad, y que la isla siempre sería propiedad de la familia o de la
fundación Onassis. Hay una pequeña ermita en lo alto con las tumbas de él y sus
dos hijos; posesión para toda la eternidad.
Athina se marchó a Suiza a vivir con su familia paterna, y solo una
vez volvió a la isla para visitar la tumba de su madre. Los griegos la
recibieron como a una diosa, pero se quedaron estupefactos de que apenas
hablara griego y de que poco o nada sabía de su país. El caso es que Athina
nunca quiso a Skorpios, y la isla quedó habitada solamente por el servicio,
guardas y pastores, a cargo de la fundación Onassis.
No había barco de vacaciones que no fuera a fondear en sus
bahías, ni golondrina de turistas que no acercara a sus pasajeros a bañarse en
la playa de la Callas, con la música de Casta Diva a todo
volumen. El guía turístico decía:
“A su izquierda, señores, podrán contemplar la casa que se hizo
construir Jackie Kennedy. Es de estilo cicládico. Y la arena de la playa se
hizo traer desde el norte de África. Nunca quiso vivir en la casa grande con
Onassis, y le obligó a deshacerse de cualquier objeto relacionado con María”.
Con una historia así y llena de turistas parecería difícil que
alguien quisiera esta isla. Pero eso es lo que nos parece a los mortales; los
ricos tienen otras necesidades que nosotros no comprendemos. Y sucedió que, la
millonaria rusa de 24 añitos de nombre Ekaterina Rybolovleva, le pidió a
su padre que le comprara Skorpios. Ella ha manifestado a la prensa que se lo
plantea como una inversión a largo plazo, y que va acometer reformas
respetuosas con el medio ambiente. Lo que nadie se explica es cómo han logrado
sortear los impedimentos del testamento de Onassis.
Lo de las barcas de turistas y veleros lo ha solucionado, pues
han puesto boyas en toda la cara norte de la isla para que nadie se acerque.
Durante el día hay un gran ovimiento de ferries cargando
materiales en el muelle, algunos comentan que la está despojando de todos los
muebles y objetos de la familia y que los ha regalado al Ayuntamiento de
Meganisi, del que depende la isla. Pero así es la vida; Jackie no quería las
cosas de la Callas y La Rusa no quiere las cosas de la Jackie. Así es
Grecia, con su historia desperdigada por museos de todo el mundo.
Fuente: http://www.huffingtonpost.es/
Super interesante!!!!!...
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