Para funcionar, el
reconocimiento facial sólo necesita una
cámara precisa y un software que, mediante algoritmos, pueda reconocer patrones en
las facciones de la cara.
Una imagen
bidimensional o tridimensional crea una matriz de similitudes, un patrón para
cotejar con una base de datos de cientos de miles de fotos. Aunque está en
pleno desarrollo, ofrece mejores resultados que la biométrica por huella
dactilar.
La primera
tecnología de reconocimiento facial fue ideada por el oficial de policía
francés Alphonse Bertillon hace más de un siglo. A fines del XIX, Bertillon
creó un método para identificar
criminales en función de sus características físicas. Las fichas asignadas a cada
persona incluían 11 mediciones físicas, retratos fotográficos estandarizados y
una descripción física por escrito.
En la actualidad,
el rostro humano está catalogado a una escala que Bertillon no podría haber
imaginado.
Una investigación
digital que comenzó en 1994, cuando el pionero en biométrica Joseph Atick, soñaba que las computadoras
podrían algún día procesar información biológica, en concreto rostros.
La idea se basaba
en la forma en la que el cerebro humano procesa
la información visual, en
casos como la pareidolia, un fenómeno psicológico donde un estímulo vago y
aleatorio es percibido erróneamente como una forma reconocible; básicamente
sería el reconocer patrones faciales en objetos cotidianos como unas manchas en
la pared, en el moho de una tostada o en los nudos de un árbol. Atick, junto a
su equipo, pasó largas noches escribiendo un software que imitara este proceso.
Más de 25 años después, los principios básicos de esta tecnología siguen siendo
los mismos.
¿Y CÓMO FUNCIONA?
En primer lugar,
aún no existe una aplicación que reconozca o
identifique en una
imagen a una persona. Para cualquier software, una imagen facial sólo es un
puñado de píxeles que se convierte en valores numéricos en función de la
intensidad y dirección de la luz y la sombra. A partir de aquí puede comenzar
a identificar patrones que corresponden a rasgos
faciales, cuencas
oculares, narices, mandíbulas o mentones.
La forma que tiene el
software de identificar una cara en concreto, es a través de un conjunto
de referencias o puntos concretos (suelen ser aproximadamente 68) cuya
distancia entre ellos y configuración son distintos para cada persona,
confiriendo patrones únicos como una huella digital. También existen otros métodos
más modernos de identificación como el análisis de textura superficial que
mapea y cataloga la textura de la piel, como si cartografiase cada poro y cada
arruga de la cara.
Por ahora, el
software sólo puede reconocer una cara cuando está de
frente, pero esto se puede mejorar,
si se toman datos históricos de esa misma persona de perfil,
escalando y rotando la cara, el programa puede aprender a ajustar las imágenes
faciales que están orientadas de manera diferente.
Los técnicos que
trabajan en esta tecnología alimentan las bases de datos (dónde el software
compara patrones y aprende) con miles de imágenes.
El reconocimiento facial, funciona mejor con los
hombres blancos, a la hora de reconocer patrones. Antes de tachar de racista e
imparcial el software, echemos un vistazo a las bases de datos con las que se
le ha entrenado. Ahí está la clave, muchos sistemas de reconocimiento facial se
han adiestrado con conjuntos de datos que son principalmente blancos y
masculinos.
Factores en la
identificación facial
Al contrario de lo
que ocurre con las huellas dactilares y el ADN, que son inalterables durante
toda la vida, el reconocimiento facial debe tener en cuenta distintos factores
como:
Envejecimiento
Cirugía plástica
Cosméticos
Efectos del consumo
excesivo de drogas o tabaco
Pose de la persona
La buena calidad de
las imágenes es también un aspecto esencial.
Así, es probable
que el sistema no pueda procesar imágenes de calidad media o baja, y aun en el
supuesto de conseguirlo, ello puede influir considerablemente tanto en la
precisión de la búsqueda como en los propios resultados.
Fuente: Varias
paginas WEB
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