Idi Amin Dada, presidente
de Uganda desde 1971 a 1979. Durante sus ocho años de régimen dictatorial,
murieron alrededor de 500 mil personas y Uganda quedó sumida en una profunda
crisis económica.
Al final, permaneció
exiliado 20 años en Arabia Saudita, falleció sin haber pagado por sus crímenes. Nunca pisó una
cárcel, tampoco fue juzgado ni dio señales de arrepentimiento.
De acuerdo con la
revista Time, nació en una pequeña tribu musulmana, a orillas del río Nilo
y tuvo una infancia llena de carencias. No terminó la educación primaria, pero
su imponente físico le permitió enlistarse en el ejército británico. Empezó
como ayudante de cocina para luego formar parte de la represión al
levantamiento de los “Mau Mau”, en Kenia. Siempre se negó a hablar de su
vida previa a la llegada al poder.
Dentro del ejército
consiguió suscitar admiración, proclamándose en diez ocasiones campeón nacional
de boxeo en la categoría de pesos pesados.
Cuando fue
destituido huyó primero a Libia y luego a Irak, para finalmente instalarse en
Arabia Saudita en diciembre de 1980. Allí comenzó un exilio dorado en un lujoso
palacio de Yeda, ciudad portuaria a orillas del Mar Rojo, rodeado de sus 30
mujeres, de sus hijos y... una extensa corte de cocineros, criados y choferes.
Cuando Uganda
consiguió, en 1962, la independencia de Gran Bretaña, Idi Amin Dada era un
oficial de las fuerzas armadas, que había servido en el ejército colonial
británico, en el Cuarto Regimiento de Fusileros Reales de África, poco después
de terminada la II Guerra Mundial. Allí había demostrado que los métodos que
utilizaba para conseguir sus fines, eran brutales.
El diario
español El Mundo recuerda que Amin llegó al poder en 1971 con un
rápido y sangriento golpe de estado contra el presidente Milton Obote, en cuyo
gobierno, era jefe del ejército. Aprovechó la
ausencia del mandatario, en una reunión de la Commonwealth que se celebraba en
Singapur, para derrocar a aquel, que nueve años antes había hecho lo mismo con
el rey Mutesa.
El cambio de
gobierno fue visto en los primeros días con alivio y causó una sensación de
liberación. El nuevo gabinete recibió incluso el reconocimiento de Londres,
deseoso de ver instaurada una democracia prooccidental.
Pero el engaño no duro
y las promesas no se cumplieron. Big
Daddy, como era conocido, se erigió en verdugo de su propio pueblo hasta abril
de 1979, imitando a su predecesor, que había asumido todos los poderes y
derogado la Constitución para construir una a su medida.
Convencido de que grupos extranjeros podían intentar algo en su
contra, se rodeó de más de 23 mil guardaespaldas, no abandonó la jefatura del
ejército y fue expulsando o matando a todos los que veía como posibles
enemigos.
La marcha de los más de 90 mil asiáticos y británicos que ocupaban
importantes sectores financieros, fue provocada, según Amin, por una “orden
divina” y representó una puñalada para la economía de un país cada vez más
aislado del exterior.
Fue calificado por sus críticos de “paranoico” y “megalómano”, Amin
se convirtió en el primer líder africano negro que rompió relaciones con
Israel, hasta entonces principal aliado de Uganda. Realizó repetidas
declaraciones antisemitas y lamentó, en una carta a la entonces primera
ministra israelí, Golda Meir, que Hitler “no hubiera eliminado a todos los
judíos”.
Sus delirios de grandeza le llevaron
finalmente a mandar un contingente de dos mil hombres para invadir a su vecino
Tanzania. Cuando EU, Israel y Reino Unido se negaron a aumentar la ayuda
militar, expulsó a los asesores israelíes y se lanzó a los brazos del coronel
libio Muammar Gadhafi, que no dudó en intervenir y dar apoyo económico al
gobernante ugandés, que luego tomó abierto partido a favor de los árabes en la
guerra árabe-israelí del año 73.
Canibalismo
Las acusaciones de
canibalismo se multiplicaron tras su expulsión de Uganda en 1979 ya que se
encontraron frigoríficos con carne humana en los sitios que acostumbraba a
frecuentar y muchos de sus funcionarios confesaron esta macabra afición.
Antes de que
llegara al poder en 1971, ya había dado muestras de ser un soldado despiadado.
Sus superiores estuvieron a punto de llevarle a un consejo de guerra por las
atrocidades que cometía con los prisioneros: les metía pañuelos en la garganta
hasta ahogarlos, los sometía a castigos inhumanos y a muchos les amputo los
órganos sexuales.
Ordenaba la
retransmisión televisada en directo de la ejecución de sus oponentes, a los que
hacía vestir de blanco “para ver mejor derramar la sangre”.
Tras haber ejecutado
a sus víctimas, ordenaba que se desmembraran sus cuerpos y se sospecha que
devoraba las vísceras y otras partes de su cuerpo.
Adoraba humillar a sus
funcionarios en público. En una ocasión, su ministro de Justicia llegó a contradecirlo
públicamente. La leyenda urbana es que el funcionario, después de ser sometido
a fuerte reprimenda televisada y a una tortura despiadada, se convirtió en el
plato fuerte de un banquete que se ofrecía en palacio.
Se consideraba una máquina
sexual. En una ocasión, le envió un mensaje a la reina Isabel de
Inglaterra, de la que se consideraba amigo, en el que le decía: “Liz”, deberías
venir a Uganda si quieres conocer a un hombre de verdad”.
Sus esposas tampoco
se escaparon de su crueldad. Su primera esposa, Kay, fue asesinada y luego
desmembrada en el interior de un automóvil. Sus brazos y sus piernas fueron
cosidos al revés y fue exhibida durante muchos días como ejemplo de la crueldad
a la que el dictador podía llegar. Al parecer, el cadáver había sido
previamente introducido en el garaje de un médico para culparle del asesinato.
El galeno, temiendo la tortura y la muerte, decidió suicidarse tras quitarles
la vida a sus dos hijos. El resto de sus esposas tuvieron un final parecido.
No fue mejor la situación
de sus 40 hijos, según algunos analistas. Tras jactarse de su número de
descendientes, lo que creía, era muestra de su virilidad, no parece haber
mostrado un especial cariño hacia ellos. Incluso, la costumbre de llevar
siempre consigo a uno de sus vástagos más pequeños obedecía a razones
prácticas: una hechicera le había advertido que, corría el riesgo de ser
asesinado si no lo hacía.
El también llamado
“Carnicero de Kampala” fue famoso por otras excentricidades, como hacer visitas sorpresa
a la reina de Inglaterra, proclamarse “último rey de Escocia” o “conquistador
del Imperio Británico”.
“Me gusta la
carne humana porque es más blanda y salada. En un banquete es lo que más
extraño cuando estoy fuera de mi país”, solía decir.
Fuente: excelsior.com.mx
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