domingo, 29 de marzo de 2020

DESPUES DEL CORONAVIRUS QUE SUCEDERA?


El Coronavirus, llegó para cambiarnos. Y no solo en la vida cotidiana, sino en las costumbres, la organización como sociedad, la economía y la cultura. No vamos a ser los mismos. El mundo no va a ser el mismo. Lo que nos está sucediendo va a modificar al ser humano y su entorno. Y nadie sabe si será para mejor o para peor.

Esta no es una crisis financiera como la del 2008/09. Más bien es una guerra. Y como toda guerra, se sabe cómo comienza, pero nunca como termina. Como en cualquier conflicto armado, no es sólo la pérdida de empleo, la inseguridad, el hambre. Es una muy delgada línea entre la vida y la muerte. Y cuando el ser humano se encuentra andando por ese estrecho camino, su visión del mundo, sus principios y su moral pueden cambiar radicalmente. Las prioridades que tenía hasta ese momento, ya no existen. Aparece un mundo nuevo en el que nos vamos a mover a partir de ese momento y lo vivido quedará en la historia.
El grado de estos cambios dependerá, sobre todo, del tiempo en que se tarde en controlar la pandemia y encontrar una vacuna. Cuanto más tiempo pase, más cambios se van a producir.

La pandemia afectará desde la forma en que trabajamos y ganamos dinero hasta el funcionamiento de industrias y comercios; desde el significado del tiempo libre hasta el tipo de vivienda donde vamos a vivir; desde la discusión de un salario universal hasta el tipo de organización gubernamental. Se va a acelerar la revolución científica y tecnológica que estamos atravesando. Habrá que repensar las ideologías y las organizaciones de gobierno. Habrá que determinar si vamos a tener una sociedad más participativa o una más autoritaria. Y si este cambio puede hacer frente con éxito a la más grave consecuencia de la globalización: la acumulación extraordinaria de riqueza en unas muy pocas manos.

El historiador Yuval Noah Harari, autor de una serie de best sellers sobre los cambios científicos, cree que las alternativas de salida de la crisis son extremadamente contrapuestas. “O vamos hacia una sociedad de vigilancia totalitaria masiva o de empoderamiento de los ciudadanos; de aislamiento nacionalista o solidaridad global”.
Harari cree que vamos hacia mayores pérdidas de las libertades individuales después de las que se impusieron tras los ataques del 11/S en 2001. “Habrá una vigilancia masiva. Se requerirán certificados de salud para poder viajar. Y si hasta ahora teníamos vigilancia, cada vez que entramos en un sitio de Internet, si hacemos un click o si enviamos mensajes; vamos a tener vigilancia `bajo la piel´ midiéndonos la fiebre o la presión y hasta nuestros sentimientos. El pone como ejemplo, los detectores masivos de temperatura que se colocaron en aeropuertos, estaciones de trenes y otros lugares de concurrencia masiva. “Estos medidores tienen varias capacidades. Con un simple cambio de software podría detectar otros sentimientos más allá de la fiebre o la presión sanguínea. Por ejemplo, alegría o enojo.



Esta crisis del coronavirus se siente más cercana a una guerra que a una recesión.
Al final, los encargados de formular políticas gubernamentales serán juzgados en términos de cuántos miles de personas mueran. Los asuntos de vida y muerte ocasionan cambios de política más drásticos que los indicadores económicos.
Esta pandemia va a acelerar también el enfrentamiento comercial por el liderazgo de la revolución científico-tecnológica entre Estados Unidos y China. Quien salga mejor parado va a ser la potencia dominante en las próximas décadas. Se va a medir, si en el combate del virus fue más efectivo el autoritarismo chino o la democracia occidental.

En China, se produce la mayoría de los elementos imprescindibles para combatir la pandemia. Allí están las fábricas de respiradores más grandes del mundo. También se confecciona la mitad de la producción global de máscaras N95 (barbijos) así como buena parte de los trajes protectores para el personal de la salud y seguridad, la mayoría de los activos para elaborar los antibióticos con los que se combaten los efectos secundarios del Covid19. También, sus científicos estarían llevando una ventaja en la creación de una vacuna. Si Beijing logra desarrollar un método para quitar el poder letal al coronavirus, ocupará el vacío que deja en ese terreno Estados Unidos.
Si las dos potencias trabajan en paralelo y obtienen el éxito al mismo tiempo, la guerra, en este campo científico será sin cuartel.

La globalización recibió un duro golpe. Con el cierre de las fronteras, las restricciones del tránsito de personas y la cancelación de los vuelos, se retorna naturalmente a la autosuficiencia económica. Si la crisis continúa, como se prevé, durante buena parte de este 2020, muchos países tendrán que comenzar a fabricar productos esenciales para su funcionamiento que hasta ahora importaban de los mercados asiáticos. También habrá desabastecimiento de materias primas imprescindibles para el funcionamiento de muchas industrias. La post-globalización que ya se venía insinuando, ahora va a tomar forma.

Otra posibilidad, que nadie se atreve a mencionar en este momento, es la ruptura de la cohesión social. Si no se atienden las necesidades de los desplazados, refugiados y hambrientos de todo el mundo, se pueden producir levantamientos de consecuencias imprevisibles. El miedo lleva a la desesperación y ésta a la violencia. De todos modos, 
este escenario aparece todavía lejano. Las crisis humanitarias también generan actitudes solidarias en los pueblos que no se ven en otros momentos. Esto se extiende también entre países. Los mejor posicionados envían ayuda a los más necesitados.



Habrá cambios fundamentales en las formas de organización laboral. Mientras todos se acostumbren a trabajar en forma remota y su labor siga siendo una solución eficiente para las empresas y organizaciones,  no querrán hacer los largos viajes cada mañana y cada noche para cumplir con un trabajo que pueden hacer desde sus casas.
Ningún empresario que descubra que de esta manera se puede ahorrar mucho dinero en alquiler de oficinas, licencias, gastos de electricidad, etc., va a estar dispuesto a gastarlo. El teletrabajo se impondrá en casi todas las industrias y servicios. Y con esto habrá una evolución tecnológica más rápida. El sistema G5 de transmisión de datos se impondrá en mucho menos tiempo de lo que se esperaba.
También se consolidarán ciertas industrias y desaparecerán otras. Es probable que estemos más cerca de la extinción definitiva de los medios de comunicación impresos y toda su cadena de distribución. Los cines, también pueden perder adeptos. El transporte público deberá adaptarse. Después de meses de viajar más holgados, ¿quién va a querer regresar a los tumultos? Todo lo digital se va a consolidar. De lo analógico no va a quedar rastro. 
Es probable que regresemos a reparar más cosas y consumir menos productos superfluos. Es mejor poner manos a la obra, nosotros mismos, que dejar entrar a nuestra casa, un plomero o un empleado del gas, que puede traer el virus en su caja de herramientas. Se va a revalorizar la vida al aire libre y evitar cualquier gran aglomeración. Es probable que dejen de ser tan populares las concentraciones masivas, como conciertos.

La palabra “pandemia” significa “todo el pueblo”. El virus no entiende de fronteras físicas ni sociales ni generacionales. Y, en este caso, “el pueblo” es la humanidad.
Se trata de un virus que desató una crisis global y que, por lo tanto, requiere de una solución global. “Ante el virus todos somos, efectivamente, iguales; ante el virus los seres humanos no somos más que eso, seres humanos, es decir, una determinada especie que ofrece un huésped a una reproducción mortal para muchos”, escribió el filósofo alemán Markus Gabriel. Para reparar esta situación y salir fortalecidos, Markus Gabriel dice que “cuando pase la pandemia viral necesitaremos una pandemia metafísica, una unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del que nunca podremos evadirnos. Vivimos y seguiremos viviendo en la tierra; somos y seguiremos siendo mortales y frágiles. Convirtámonos, por tanto, en ciudadanos del mundo, en cosmopolitas de una pandemia metafísica. Cualquier otra actitud nos exterminará y ningún virólogo nos podrá salvar”.
Es posible que salgamos de esta situación, fortalecidos y mejores. Tal vez, más conscientes de que tenemos que encontrar también “una vacuna” contra el calentamiento global, la concentración de la riqueza, el hambre y analfabetismo digital. Una vacuna para la incertidumbre.
Fuente: Gustavo sierra. Infobae

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