Son muchos los factores
que hacen que la educación en Finlandia sea una de las mejores del mundo, pero
uno de los temas clave, según varios expertos consultados por BBC Mundo, es la calidad de los profesores.
"El profesorado tiene un nivel de
formación extraordinaria, con una selección previa tan exigente que no se
compara con ninguna otra en el mundo", le explica a BBC Mundo Xavier Melgarejo, un
psicólogo y psicopedagogo español que empezó a estudiar el sistema educativo en
Finlandia hace más de una década.
"Sólo entra en las
facultades de educación gente con notas por encima de nueve, nueve y medio
sobre diez. Son muy exigentes. Se les hacen pruebas de lectura, sensibilidad
artística, de dominio de algún instrumento, de comunicación... Como resultado,
las universidades sólo reclutan a un 10% de los estudiantes que se presentan.
Y para ejercer la docencia todos los maestros
necesitan hacer una maestría.
La contraparte de esta
exigencia es el reconocimiento. No necesariamente en términos económicos, ya
que los sueldos de los educadores no presentan grandes diferencias con el resto
de Europa (según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico,
OCDE, el salario básico de una maestro de primaria es de entre US$29.000 y
US$39.000 anuales), sino sociales.
"Los maestros son
considerados profesionales académicos y tienen la responsabilidad de
desarrollar su trabajo, por eso no se ejerce sobre ellos un control
excesivo", le explica a BBC Mundo Anita Lehikoinen, Secretaria Permanente
del Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia.
"Esta profesión atrae a tanta gente
porque ser maestro es un honor en Finlandia. Probablemente sea la profesión más
valorada", acota Melgarejo.
"Yo no soñaba con
ser profesora, pero ahora me dedico a esta profesión y me gusta mucho",
explica Hilkka-Roosa Nurmi, una profesora de español e inglés que tiene
experiencia como docente de estas lenguas en su país y en España.
"Aquí no es como en
otros sitios, no tenemos tantas normas. Podemos elegir cómo enseñamos. Tenemos
más libertad. Pero esto significa también más responsabilidad", dice.
Otra de las razones por
las que el sistema finlandés funciona es, en gran medida, porque la escuela es
sólo uno de los engranajes del proceso educativo. Las otras variables de peso
son la familia y la sociedad -de tradición luterana- donde hay un elevado sentido de
la responsabilidad y donde se valora a las personas "por su formación y no
por su situación socioeconómica", dice Melgarejo.
En esto coincide
Lehikoinen: "la mayoría de los hogares están suscritos a uno o varios
periódicos y ésta es una tradición que luego se pasa a los niños", señala.
Los medios indirectamente
también ayudan al aprendizaje de la lectura. "Todos los programas de
televisión en lengua original, la mayoría en inglés, están subtitulados y eso
impulsa a los niños a aprender a leer y a aumentar la velocidad lectora",
señala Melgarejo.
Pero también los
finlandeses apuestan por la educación porque saben que como país pequeño,
rodeado de vecinos poderosos como Rusia o Suecia y sin un arsenal de recursos
naturales a su disposición, la cultura -su dominio en el ámbito del
conocimiento- es lo que lo que les da la posibilidad de competir en una
economía global.
Lecciones para América Latina
¿Pero qué posibilidad
tienen los países de América Latina, donde la educación pública está lejos de
ser un orgullo, donde el sueldo de los maestros no está a la altura de sus
responsabilidades y donde no existe un estado de bienestar como en algunos
países europeos, de implementar un sistema educativo como el de Finlandia?
"No puedes copiar y
pegar el sistema entero", le dice a BBC Mundo Andreas Schleicher,
responsable de las evaluaciones PISA, "pero puedes ver cómo los finlandeses saben quién es
un buen maestro, cómo los reclutan, cómo les asignan las clases o cómo se
aseguran de que cada niño se beneficie de lo que le enseñan".
A los niños no se les da
mucha tarea escolar para la casa.
Melgarejo también cree
que se pueden importar ciertos elementos, como mejorar la selección de buenos
maestros, fomentar las bibliotecas públicas -ampliamente concurridas en
Finlandia- y hacer que las familias contribuyan al proceso de escolarización.
Y quizá una lección útil
para América Latina sea aprender cómo Finlandia afronta los cambios en el
ámbito de la educación.
"Todo se basa en la
confianza mutua y en la construcción de un consenso. Cuando planteamos grandes
reformas educativas, por ejemplo, siempre involucramos a los maestros y a los
alumnos, no se trata de órdenes del gobierno que los educadores tienen que
acatar, son reformas que hemos preparado juntos", afirma Lehikoinen.
Después esta descripción
de Lehikoinen, Melgarejo y Schleicher, uno podría tender a imaginarse una clase
en Finlandia como una situación idílica: un grupo de niños obedientes
escuchando embelesados una clase magistral que interrumpen de tanto en tanto
con una pregunta inteligente.
Nada más lejos de la
realidad. Los niños hacen las mismas travesuras que en cualquier parte del
mundo. Incluso, a veces, "cuando hacen las mediciones de educación es una
paradoja porque aunque les va muy bien, cuando les preguntan si les gusta la
escuela, siempre dicen que no. Quizá eso se deba al espíritu independiente de
nuestros niños", concluye Lehikoinen.
Fuente: bbcmundo.
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