jueves, 16 de abril de 2015

ALAN TURING. Un genio del siglo XX.

Fecha de nacimiento: 23 de junio de 1912, Maida Vale, Londres, Reino Unido.
Fecha de la muerte: 7 de junio de 1954, Wilmslow, Reino Unido
En 1936 desarrolló su «máquina universal», anterior al computador.
Tras la guerra, participó en la creación de las grandes computadoras británicas.
Teorizó sobre la inteligencia artificial, y estableció un test para detectarla.

Condenado por el gobierno a un tratamiento hormonal por su homosexualidad, fue encontrado muerto el 7 de junio de 1954. Se dictaminó suicidio por arsénico. Sin embargo, se considera un caso abierto, y no se descarta el asesinato por razones de la Inteligencia. En 2009, Gordon Brown leyó una disculpa pública del Gobierno:
«Su tratamiento fue injusto, y me agrada tener la oportunidad de decir cuánto siento, cuánto sentimos todos nosotros, lo que le ocurrió».

En Bletchley Park, una mansión reconvertida en instalación militar se albergó la supersecreta GC&CS (Escuela de Códigos y Cifrados del Gobierno), encargada de descifrar las comunicaciones de la RED ALEMANA «ENIGMA».
En un reciente libro titulado “Alan Turing. El pionero de la era de la información”, de B. Jack Copeland, hace un relato preciso de la contribución de este, a la decisiva victoria aliada. 

Existe consenso en que, sin ella, el curso de la guerra habría sido diferente: Inglaterra podía haber sucumbido, el desembarco de Normandía pudo haberse retrasado o fracasado, y el conflicto alargado por dos o tres años, con consecuencias imprevisibles.

«Enigma» había sido inventada en 1918 por Arthur Scherbius, y mejorada en 1930. Era una especie de máquina de escribir a la que se añadían tres rotores (cuatro desde 1942) de un total de cinco (posteriormente ocho).

La clave dependía de qué rotores se escogían, el orden en que se colocaban, y en qué posición. Los operadores en los despachos de Berlín, los puestos de mando, en el interior de los tanques, en los submarinos, en los bombarderos, donde fuera (pues «Enigma» era portátil) llevaban con ellos las instrucciones de cómo debían colocarse los rotores, y estas posiciones cambiaban cada pocos días. Así, «Enigma» llegó a convertirse en indescifrable.

Uno de los principales cerebros de Bletchley Park era Alan Turing. Cuando se hizo evidente que descifrar «Enigma» sería, ante todo, una labor matemática, los responsables de inteligencia no dudaron en contratar a este joven que ya descollaba como un pionero de la computación. Sin embargo, los militares desconfiaban de los matemáticos por su difícil relación con la disciplina.

Con paciencia, ecuaciones e intuiciones para aprovechar ocasionales fallos de seguridad, el equipo capitaneado por Turing encontró pautas en los mensajes que permitieron entender detalles del funcionamiento, pero el grueso permanecía impenetrable. Para conseguir un avance significativo, pronto resultó necesario que la Marina capturara elementos físicos de «Enigma» en los barcos o submarinos alemanes. Era una labor difícil, porque los alemanes tenían órdenes de deshacerse de todo al ser abordados.


Otras pistas se consiguieron, asaltando buques meteorológicos, que al viajar muy hacia el norte llevaban las claves para períodos más largos. Pero el golpe más espectacular fue la primera captura de un submarino, el U-110, tras sus ataques contra un convoy el 9 de mayo, y que tenía su «Enigma» aún conectada cuando fue registrado. La única explicación es que su capitán, Julius Lemp, un héroe de guerra caído en desgracia ante Hitler, y que desapareció en el agua en algún momento del rescate, pensó erróneamente que el submarino se hundiría.

Para entonces, ya estaban en funcionamiento las «bombas» de Turing, enormes máquinas de cálculo analógicas, que rastreaban la riada de mensajes interceptados en busca de configuraciones de los rotores que dieran textos legibles. Para entonces, 9.000 personas trabajaban en Bletchley Park. Dos mil de ellos estaban asignados a la tarea de supervisar los resultados.

Pronto todo el ejército alemán fue transparente para unos ingleses que leían los comunicados al poco de ser emitidos. Con consecuencias demoledoras: los submarinos fueron fácilmente cazados y esquivados; Rommel fue derrotado al conocerse sus problemas de combustible; y los soviéticos vencieron en Kursk al darles los británicos información sobre los blindados alemanes. Durante el contraataque que les llevaría hasta Berlín, los rusos encontraron no sólo las máquinas de las redes de «Enigma», sino también con las de «Tunny», una máquina aún más perfeccionada, que entró en pleno funcionamiento en 1942, y que elevaba los rotores a 12, además de tener un método de encriptamiento automático distinto a «Enigma».

Lo más fascinante de «Tunny» es que los cripto-analistas de Bletchley Park consiguieron penetrarla sin ver la máquina. A partir únicamente de la señal recibida, el coronel John Tiltman, con una prodigiosa capacidad intuitiva, logró reventar una comunicación de 4.000 caracteres. Posteriormente, un matemático, Bill Tute, dedujo el funcionamiento completo de la máquina.
Unido a los métodos de Turing, eso permitió que Tommy Flowers construyera en enero de 1944 «Coloso», el primer gran ordenador, que terminó de vencer definitivamente a «Tunny».

En la Guerra Fría continuó la batalla por la encriptación, por lo que los trabajos de Bletchley Park permanecieron clasificados. Hoy sabemos que marcaron un hecho sin precedentes: por primera vez, la victoria se inclinó hacia el bando que, junto a hombres y equipo, fue capaz de sumar a sus fuerzas las mejores mentes matemáticas (en el caso de Turing y el equipo de Bletchley Park) y los mayores físicos (en el del proyecto Manhattan).
Nunca algo tan teórico tuvo resultados tan inmediatamente palpables para tantos.
Un bloc de notas de 56 páginas escrito por Alan Turing, ha sido vendido por más de un millón de dólares en una subasta realizada por la casa Bonhams.
El cuaderno de notas, que nunca antes había sido mostrado en público, está considerado el manuscrito más extenso del científico. Data de antes de 1942, cuando Turing estaba en pleno proceso de descodificación del código nazi y se lo dejó a su amigo Robin Gandy. A lo largo de sus hojas, Turing trabajaba en las fórmulas matemáticas y en las bases de la informática, campos en los que fue pionero y brillante. Gandy añadió sus propias notas a las del matemático y lo mantuvo escondido hasta su muerte.

Fuente: http://www.abc.es/

No hay comentarios:

Publicar un comentario