Desde la
perspectiva biológica el ser humano: nace, crece, se reproduce y muere.
Todo
ser humano muere, es decir, toda persona tiene un principio y un fin.
La
idea de inmortalidad y la creencia en el Más Allá, aparecen de una forma u otra
en todas las sociedades y momentos históricos.
Todas
las culturas creen en la vida después de la muerte. Afirman
que existen diferentes lugares a donde van las personas después de la muerte,
un lugar de paz para lo que hacen el bien, y un lugar de tormento para los que
hacen lo malo.
Por
ejemplo, para los aztecas había un inframundo que constaba de 9 niveles, en ellos la persona
que moría iba pasando de uno a otro hasta degradarse, según sus malos actos.
Por
su parte, los hindúes, creen en la reencarnación, sí una persona fue buena mientras estuvo
viva, reencarna en maestro o una divinidad, por el contrario, si actuó mal reencarna
en un animal, como en un cerdo, una serpiente, un sapo, etc.
Pero ¿qué es la muerte? La muerte es el fin de la vida, la culminación del proceso de un organismo vivo.
Pero ¿qué es la muerte? La muerte es el fin de la vida, la culminación del proceso de un organismo vivo.
Antes
se determinaba la muerte, en el momento en que ya no se escuchaban los latidos
del corazón y no había respiración. Posteriormente,
gracias a los avances tecnológicos y al mejor conocimiento de la actividad del
cerebro, la muerte pasó a definirse como la ausencia de actividad bio-eléctrica
en el cerebro, verificable por medio de un electroencefalograma.
Más tarde aún esta evidencia demostró ser insuficiente, al demostrarse que el
fenómeno de ausencia de actividad bio-eléctrica en algunos casos muy
excepcionales podía ser reversible, como en el caso de los ahogados y dados por
fallecidos en aguas al borde del punto de congelación.
Por otro lado, existe lo que
se conoce desde la perspectiva médica como muerte clínica. No pocas personas en
este mundo han vuelto del trance Muerte-Vida y al recobrar la conciencia ha concordado
que hay ciertos hechos que han podido percibir en un estado no definido:
Sensación
de paz sublime, ver una Luz al final de un túnel, sentir a seres queridos
(incluso que no se recordaban en vida), ver figuras difusas traspuestas por una
luz de origen desconocido, ver desde cierta altura el escenario de su cuerpo en
estado de morir y a quienes le rodean.
Vivamos según el principio Carpe diem, es
decir, vivir la vida en el aquí y ahora, sin dejar situaciones inconclusas,
pues no sabemos que llegará primero, si la muerte o el próximo día.
El psiquiatra Longaker recomienda 4 puntos para la aceptacion de la muerte:
1. Aceptar de que el sufrimiento existe y que
se puede transformar en una experiencia de plenitud.
2.
Prepararnos espiritualmente para la muerte, lo que implica el ser capaces de
vivir en el momento presente, sin dejar situaciones inconclusas que sólo han de
constituir un lastre que incrementará nuestro dolor y sufrimiento y el de
quienes nos rodean.
3. Encontrar significado a nuestra existencia,
sintiéndonos seres plenos a pesar de nuestras imperfecciones, aceptando
nuestros errores y expiando los que podamos haber cometido.
4.
Buscar la paz con Dios para tener una conciencia limpia.
El miedo a la muerte
Acudir a un funeral, saber que alguien cercano ha
muerto o la simple idea de morir incomoda a cualquiera pero, cuando esa
incomodidad se transforma en ataques de pánico o ansiedad y afecta a nuestra
vida estamos hablando de tanatofobia, fobia a
la muerte.
En
general, nadie quiere morir pero eso es algo natural. Todos tenemos que afrontar la muerte. El problema es que algunas
personas se obsesionan con la idea de que van a morir, tienen una existencia
muy desgraciada y desarrollan un trastorno mental.
Las personas que presentan este problema suelen
tener personalidades obsesivas y concentran su tiempo en pensamientos
referentes a la muerte, desde cuidarse en exceso para no enfermar, hasta evitar
acudir al entierro de un familiar para no tener que ver el cuerpo.
Dicha incapacidad radica justo en el carácter
obsesivo que tiene el individuo, quien no puede alejar de su mente aquello que
le produce temor, alimentándolo hasta el punto de presentar sintomatología
como dificultad para respirar, náuseas o aumento de la frecuencia
cardíaca.
Esto genera un bucle sin fin pues el enfermo, al
tener síntomas, siente que está muriendo lo que al final, aumenta la ansiedad y
hace más intenso el ataque de pánico.
Son sensaciones físicas tan intensas que les asustan
y les hace pensar que están a punto de morir. Claro, esa sensación para alguien
que tiene tanto miedo a la muerte, se convierte en un estado muy angustioso que
los hace llegar al hospital pensando que lo que tienen es muy grave.
En resumen… Calma y que sea lo que Dios quiera.
Fuente:
Varias páginas en la WEB
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