Había
una vez un presidente de un país tropical que quería ir de pesca.
Para asegurarse, un buen
día decidió llamar al pronosticador del tiempo para preguntarle como estaría el
clima en las próximas horas. Éste
lo tranquilizó diciendo que podía ir tranquilo, pues no llovería.
Como tenía una novia que vivía cerca del sitio de pesca, el Presidente se vistió con sus mejores galas. En el camino, se encontró con un campesino montado en su burro, que al verlo le dijo:
- “Señor presidente, es mejor que vuelva pues va a llover muchísimo.”
Como tenía una novia que vivía cerca del sitio de pesca, el Presidente se vistió con sus mejores galas. En el camino, se encontró con un campesino montado en su burro, que al verlo le dijo:
- “Señor presidente, es mejor que vuelva pues va a llover muchísimo.”
Por
supuesto, El siguió su camino pensando:
“Que
sabrá este tipo si tengo un especialista al que muy bien pago que me dijo lo
contrario. Mejor sigo adelante.”
Y así lo hizo… Por supuesto, a las pocas horas, comenzó a llover torrencialmente.
Y así lo hizo… Por supuesto, a las pocas horas, comenzó a llover torrencialmente.
El
Presidente se empapó y la novia se rio al verlo en ese estado.
Furioso, regresó a palacio y despidió a su empleado. Acto seguido, mandó llamar al campesino y le ofreció el puesto, pero éste le dijo:
- “Señor, yo no entiendo nada de eso, pero si las orejas de mi burro están caídas, quiere decir que lloverá.”
Furioso, regresó a palacio y despidió a su empleado. Acto seguido, mandó llamar al campesino y le ofreció el puesto, pero éste le dijo:
- “Señor, yo no entiendo nada de eso, pero si las orejas de mi burro están caídas, quiere decir que lloverá.”
Entonces el Presidente… contrató al burro…
Y fue así como comenzó la costumbre de contratar burros
para desempeñar los más altos cargos de responsabilidad de un país, o un
gobierno…
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