LA NARIZ
Tu cerebro ha caído en la trampa que le ha
tendido el tacto, ya que no está acostumbrado a que los dedos ‘sientan’ en esta
disposición.
Cruza los dedos
índice y corazón, y acaríciate la punta de la nariz con ambos como se
muestra en la fotografía.
¿No te da
la sensación de tener dos narices?
En condiciones
normales —con los dedos sin cruzar—, si el lado externo del dedo corazón —el
más alejado del dedo índice— toca la nariz, el dedo índice no entra en contacto
con ella, y viceversa.
Es un estímulo
tan habitual que el cerebro ya lo ha asumido. Pero al cruzar los dedos, ambos
entran simultáneamente en contacto con la nariz, algo que
al cerebro le cuesta encajar en sus esquemas, por lo que cae en la
tentación de pensar en dos narices.
LA PIEL
Frota un área de la palma de la mano con
alcohol y a continuación deposita en esa región unas gotitas de agua —puedes
emplear una pajita para hacerlo—. ¿Observas lo que les pasa a las gotas?
En lugar de mantener su forma habitual se han
extendido plácidamente por la piel y comienzan a penetrar en ella. Si
no lo ves claro, puedes depositar unas cuantas gotas en la otra mano y observar
la diferencia.
Las glándulas sebáceas presentes en la piel
producen una sustancia oleosa que le confiere una capa impermeable. Al frotar
con alcohol la has eliminado. Esta capa sebácea no sólo actúa como repelente
del agua.
Su función protectora va más allá al actuar
como barrera frente a los gérmenes, gracias a que en su composición incluye
sustancias germicidas, que son los agentes desinfectantes del
exterior del cuerpo.
Y es que, aunque no los veamos, la cantidad de
organismos vivos que pululan por la piel de una persona es similar al número de
habitantes del planeta. Entre ellos destacan las bacterias, responsables
de descomponer el sudor y dotarlo de su olor característico.
Sin su participación, el sudor prácticamente no olería a nada.
EL CALCETÍN
¿Llevas puestos calcetines? Pues no los mires y
trata de tocar el borde de uno de ellos con la punta de los dedos ¿Has acertado
o simplemente te has aproximado?
El fenómeno que explica tu falta de puntería se
conoce como ‘habituación’, o capacidad de los sentidos para adaptarse a la
presencia de un estímulo continuo y constante, y no prestarle atención.
La habituación también afecta al gusto y
al olfato. Los receptores de la nariz se acostumbran rápidamente a
un olor y dejan de apreciarlo apenas un minuto después, lo que supone un
peligro si se produce un escape de gas.
Fuente: quo.es
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