Vivimos
en la Era del plástico. Está en las bolsas, envases, móviles, casas y hasta la
ropa.
Sólo en 2012, los
humanos fabricaron unos 300 millones de toneladas de materiales plásticos. Eso
hace unos 42 kilogramos por habitante del planeta. Pero llevamos fabricándolo a escala
industrial desde mediados del siglo pasado y el plástico, incluso el
biodegradable, necesita de siglos y hasta milenios para descomponerse por
completo.
¿Adónde va tanto
plástico? Buena parte de él acaba en el mar.
Investigadores
españoles acaba de publicar el estudio más extenso sobre la presencia del
plástico en la superficie de los océanos. Con miles de muestras tomadas durante la
expedición Malaspina, impulsada por el CSIC, los biólogos encontraron
importantes cantidades de materiales plásticos en el 88% de las zonas marinas
del planeta.
La
mayor concentración de plástico se da en los cinco grandes giros subtropicales,
zonas de confluencia de las grandes corrientes marinas.
Dos están situadas en
el Atlántico Norte y el Pacífico Norte y las otras en el hemisferio sur. Según
sus estimaciones, en la superficie de todos los mares del planeta podría haber
hasta 35.000 toneladas de basura plástica.
“El
océano es enorme y, sin embargo, hemos encontrado plásticos en el 88% de las
zonas muestreadas”, dice el biólogo de la Universidad de Cádiz y
coautor del estudio, Andrés Cózar. Las toneladas estimadas supondrían que menos
del 0,1% del plástico fabricado por los humanos anualmente acaba en el mar.
Puede parecer un dato positivo pero los océanos van camino de convertirse un
inmenso vertedero de plástico.
Los
cálculos del trabajo, recién publicado, son ultraconservadores. Sólo han
estimado la cantidad de plástico que hay en la capa superficial del mar. Pero
la acción combinada del Sol y las olas hace que estos plásticos se vayan
rompiendo en trocitos cada vez más pequeños. Sin embargo, los investigadores
comprobaron un extraño fenómeno que no casa con lo que se sabe de la física de
materiales plásticos.
Mientras
sus redes capturaban grandes cantidades de plástico de entre cinco y un
milímetros, por debajo de esa cifra apenas obtuvieron muestras y eso que las
mallas eran muy tupidas. Experimentos
con el plástico han demostrado que su proceso de degradación sigue un patrón
fractal, llegando a una multiplicación geométrica en trozos más pequeños, hasta
la escala nanométrica. Debía de haber una relación matemática entre las piezas más grandes y
las pequeñas.
En
los años 70, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos estimó que el
flujo de plásticos al mar era de unas 45.000 toneladas al año, cifra incluso
superior a la descubierta por los científicos españoles. Pero, desde entonces, la producción anual de plásticos se ha más
que quintuplicado.
¿Adónde va entonces el
plástico?
“Hemos
medido alrededor del 1% de todo el plástico que debe haber en el mar”, asegura
un Cózar que reconoce que no hay manera sencilla de comprobarlo. Existen varios
destinos posibles del plástico ausente. Una es que buena parte de los
materiales acabe en el fondo marino. Además al llegar a un tamaño por debajo
del milímetro, el plástico parece que se integra en el océano. Se podría encontrar
a cualquier profundidad.
Otro escondite que ha
encontrado el plástico (y las distintas alternativas no son excluyentes) es el
interior de peces y aves marinas. Los primeros lo confunden con plancton y se
lo comen. Si no lo expulsan, acaba incrustado en su organismo. Después llegará
un pez más grande y la cadena seguirá. En cuanto a las segundas, los casos de
pájaros muertos con un trozo de plástico atascado en sus intestinos hace tiempo
que dejaron de ser anecdóticos. “La vida marina retiene una gran cantidad de
plástico”, comenta el biólogo. “Y aún no sabemos el impacto que está teniendo
en los océanos”, añade.
En
un reciente informe de la ONU se aseguraba que el coste de la
polución que provocan los plásticos en los ecosistemas marinos es de unos
13.000 millones de dólares cada año. Y aún falta mucha información sobre su
impacto real en las profundidades del mar o en las zonas polares, donde pequeñas
partículas de polímeros de polietileno o polipropileno acaban atrapadas en el
hielo.
“Lo llevamos
denunciando desde hace tiempo y los países están haciendo poco o nada para
remediarlo”, mantiene Julio Barea, geólogo y responsable de campañas de
Greenpeace. “Si ya era impensable que alguien limpiara los mares, ahora con los
micro-plásticos, es una misión imposible, añade.
Para
él, para no agravar en el futuro lo ya hecho, habría que implantar un sistema
de retorno de envases, quizás como se hacía décadas atrás con el vidrio.
Para
Cózar no se trata de satanizar al plástico. “Ha sido fundamental para el
desarrollo reciente de la humanidad y lo necesitamos. Pero ahora tenemos que
dar un paso más hacia su uso eficiente”, apunta. Piensa en nuevos diseños y
procesos de uso más racionales del plástico y aprender la lección de que “el
océano no es tan grande como para asimilar toda la basura que generamos”.
Fuente:
EL HUFFINGTON POST / MIGUEL ÁNGEL CRIADO
Todos los humanos que
consumimos pescado tenemos en nuestro organismo una gran cantidad de partículas
muy pequeñas de ese plástico de los mares. Con el tiempo los océanos, nos están
cobrando en nuestro cuerpo, lo que el hombre hizo con sus aguas.
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