A muchos nos cuesta recordar la fecha y ajustar nuestro
calendario cada seis meses para dar cuenta del cambio de hora.
En medio de la confusión, la gente llega una hora tarde -o
temprano- a citas, pierde vuelos de avión y en general enfrenta algo más de
estrés en su vida cotidiana.
Pero conforme crece el debate sobre la utilidad de esta
medida, muchas naciones están discutiendo si vale la pena seguir haciéndolo.
En Chile decidió no cambiar la hora a partir de 2015.
Y en otras naciones de Europa y Norteamérica crecen las
voces que piden que el reloj siga su curso, sin alteraciones de temporada.
Fue, inicialmente, una
idea alemana. Durante la Primera Guerra Mundial se introdujo el concepto
con el fin de economizar energía.
Al adelantar una hora
los relojes al inicio del verano, anochecía "más tarde" y se creía
que se ahorraba energía en las casas al aprovechar el sol vespertino sin
necesidad de iluminación artificial.
El reverso de la
moneda era, por supuesto, que "amanecía también más tarde" y la gente
tenía que despertarse y desayunar en sus casas con la luz prendida.
Pero se asumía
que los ahorros en la tarde compensarían el despilfarro en la mañana.
Estados Unidos lo introdujo en 1918 y desde entonces ha
sido una tradición anual que comparten docenas de naciones, incluyendo varias
de América Latina, particularmente en el Cono Sur.
A comienzos de 2015 el gobierno de Chile interrumpió la
práctica que rigió por 47 años en ese país y determinó que la hora seguirá
siendo la misma todo el año, quedando fija en GMT-3, o sea tres horas al oeste
del meridiano de Greenwich.
"Estamos conscientes que esta medida va a ayudar a
mejorar la calidad de vida de las chilenas y chilenos y también a hacer un
mejor uso de la energía", dijo en enero el ministro de Energía, Máximo
Pacheco.
El gobierno sostiene que el cambio de hora ya no lleva a un
ahorro de energía (Era la justificación cuando se introdujo la medida en 1968).
Los dos países más poblados del mundo, China e India,
no cambian la hora.
En Estados Unidos también van creciendo las voces que
discuten los beneficios económicos de cambiar la hora según la estación.
Un estudio de la firma
consultora Chmura Economics, "Estimating the Economic Loss of Daylight
Saving Time for U.S. Metropolitan Statistical Areas" calculaba en 2013 que
el país perdía anualmente US$434 millones por efecto de la reducción en la productividad
que experimenta la gente cuando tiene que madrugar una hora adicional por el
cambio de horario.
Y otro estudio efectuado por los académicos de la
Universidad de Yale Matthew Kotchen y Laura Grant en el estado de Indiana, una
parte de Estados Unidos que solo adoptó el cambio de horario en 2006, llegó a
la conclusión de que la medida podía reducir el consumo de iluminación
pero aumentaba el consumo de aire acondicionado. Con el resultado final que, en
vez de economizar, se gastaba más energía.
El horario de verano, de hecho, no se sigue en Hawaii y en
partes de Arizona.
El cambio de hora se convirtió en una especie de moda para
seguir a Estados Unidos, de acuerdo con Michael Downing, autor del libro Spring
Forward: The Annual Madness of Daylight Saving Time (Hacia adelante: La locura
anual del horario de verano.
A veces, el horario de verano se practica en lugares donde
no tiene sentido, al igual que los países cercanos a la línea del Ecuador, dice
Downing. "La cantidad de luz solar es bastante estable", dice.
"Pero querían alinearse con los husos horarios de Estados Unidos y
mantenerse en sincronía."
En la Unión Europea, muchos son los detractores del cambio
de hora, porque los resultados económicos, no se conocen con exactitud, pues,
sus repercusiones, son muy distintas por la situación geográfica de los países.
El ahorro energético pretendido no es el mismo en un país
del norte que en uno del sur. Más concretamente en España, no tiene las
mismas consecuencias en Baleares que en Galicia, zonas entre las que existe una
diferencia solar de una hora.
Lo que se ahorra por la mañana se gasta de más por la
noche, o viceversa, pero el tiempo bruto de actividad, con o sin luz solar, es
el mismo que si no cambiáramos la hora".
La Comisión Europea reconocía en el año 2000, que el ahorro
energético era "relativamente modesto", entre un 0 y un 0,5%, tesis
que corrobora Red Eléctrica de España, que lo considera "insignificante,
no relevante". "De no producirse el cambio horario -informó un portavoz
de Red Eléctrica- el consumo de más estaría en torno a los 40.000 megavatios
hora al año, una cantidad insignificante frente a los cientos de
miles de gigavatios que se consumen anualmente".
El cambio de hora, según los expertos consultados, se
soporta mejor en otoño que en verano, pero en ambos casos afecta al reloj
biológico de las personas y provoca trastornos en el sueño especialmente en
niños y ancianos.
El cambio de otoño "afecta mucho a los bebés, pero
menos que a los adultos. Para los más pequeños es peor el de verano, pues les
supone levantarse antes".
En ambos casos, las consecuencias no son graves, "los
problemas duran poco y nuestro organismo acaba acostumbrándose. Es cuestión de
días. "Es necesario -afirma la Comisión Europea en un informe- de uno a
siete días para que la hora de despertar, la temperatura y la calidad del sueño
se adapten al nuevo horario. En general -continúa- las perturbaciones
desaparecen al cabo de una o dos semanas".
Fuentes: bbc mundo y elmundo.es
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