Desde hace algún tiempo, se ha vuelto a
poner sobre el tapete, la obsesión generalizada por la cirugía
estética y, los riesgos asociados a este tipo de intervenciones.
Todo ello no deja de ser el
reflejo de una sociedad enferma.
La
gente que se
somete a estas prácticas poco seguras, esperan mejorar su apariencia, pero en
la realidad pueden encontrarse ante una deformación física.
Existen dos momentos en nuestra vida, en
que crece esa necesidad de obtener una perfección física:
A los 30 años, cuando pasamos por la adultez joven y
necesitamos reafirmarnos, y alrededor de los 50, cuando los efectos del paso
del tiempo, como las arrugas y la flacidez, empiezan a hacerse más notorios y a
darnos la sensación de que perdimos todo atractivo.
Aunque hace algunos años el costo de estos
procedimientos era la mayor limitante, conforme la demanda aumenta, los precios
descienden, y la corrección de nariz, el aumento de senos, la liposucción, los
tratamientos con láser y la aplicación de botox se han vuelto más accesibles y,
por lo tanto, más tentadoras para las mujeres independientes dispuestas a
invertir en el físico.
La mayor complicación del Botox es monetaria, ya que
después de haberlo probado puede convertirse en un auténtico vicio, los
resultados son espectaculares, y en manos de un dermatólogo experto, no
representan ningún peligro para la salud, sin embargo, es importante respetar
las formas y los tiempos.
Los peelings medios no deben
repetirse antes de dos años, y las inyecciones de botox no deben exceder las
dos aplicaciones por año, pero lo cierto es que estos procedimientos
ya no solamente son realizados por médicos sino que también existen clínicas
cosméticas o spas que ofrecen dichos servicios de manera indiscriminada. Y es
allí cuando se reporta el mayor número de abusos y deformaciones.
En
países latinoamericanos como México, Brasil, Colombia, y Venezuela, invertir en
el cuerpo se ha convertido en sinónimo de estatus y orgullo.
En lugar de optar por un
aspecto natural, la mayoría de las mujeres está influenciada por los escotes de
Hollywood y, en lugar de preferir los implantes en forma de gota o anatómicos
en un tamaño proporcional a su tórax, prefieren prótesis grandes y de formas
redondas que dan volumen excesivo a la parte superior.
Las consecuencias del abuso
pueden ser graves:
Cuerpos
plásticos con medidas irreales, y rostros en el que la piel pierde su textura
natural y carece de poros y líneas de expresión; Con demasiado láser la piel
parece de mármol; con demasiados peelings químicos, ocasionan inflamaciones
crónicas, y con exceso de colágeno y botox quedan con un aspecto de pez globo.
Cirujanos plásticos y dermatólogos son los
primeros en admitir que, en muchas ocasiones, el resultado de dicho
procedimiento resulta artificial y poco atractivo, pero lo más sorprendente es
que la mayoría de los adictos a los tratamientos estéticos, están conscientes
de que aunque su aspecto provoca sorpresa y curiosidad, están conformes con
ello. Saben que no se ven naturales, que su médico no está de acuerdo, pero les
tiene sin cuidado.
CUESTION MENTAL
Desde que se inventó la cirugía, el abuso
de los tratamientos estéticos supone un problema.
Algunas mujeres con un desorden
psiquiátrico, se vuelven adictas al bisturí y quieren más y más, sin tener
satisfacción con el resultado. Por ello, los cirujanos plásticos, han notado
que después de cierto número de operaciones, suelen ser demandados por estas
mujeres, quienes desatan su furia al no quedar conformes con los resultados.
Los cirujanos estéticos,
carecen de herramientas necesarias para detectar a los pacientes que padecen el
Desorden Dismorfico Corporal (DDC), una alteración caracterizada por una
preocupación desmedida ante un defecto imaginario de su apariencia física.
Este síndrome afecta al 5% de la población
mundial, y aunque no todos lo padecen, terminan sometiéndose a una o más
cirugías plásticas, de acuerdo a la Sociedad Americana de Cirugía Estética
(ASAPS), y debe considerarse una señal de alarma si alguien entre veinte y
treinta años se ha practicado más de seis o siete operaciones estéticas.
En nuestra sociedad, la apariencia esta
sobrevaluada, y muchos piensan que después de una intervención estética
obtendrán cosas que no lograban antes, como mejor trabajo, una pareja, e hijos.
Un ejemplo clásico son las mujeres que se presentan
afirmando que desean verse más jóvenes, pero se trata solo de la razón
aparente, pues aunque no lo concienticen, su expectativa real es conseguir una
pareja. Si pasados unos meses esto no sucede, entran en una profunda depresión.
Y es que:
Si la
felicidad te hace ver más bella, la belleza no trae consigo la tan anhelada felicidad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAveces este tipo de cirugias pueden ser arriesgadas, lo mejor es acercarse a la Medicina Estetica y buscar una forma de que realmente se obtenga el objetivo deseado.
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