Un pueblo perdido en las tierras altas al norte de
Etiopía alberga uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos del mundo: una
docena de iglesias talladas en roca viva en bloques únicos bajo el nivel del
terreno, cincelando toneladas de piedra volcánica hasta lograr que brotaran
monolíticas catedrales en profundas zanjas.
Lalibela, antiguamente llamada Roha, fue la
capital de la dinastía Zagüe. Recibió su nombre actual del rey Gebra
Maskal Lalibela (1172-1212), canonizado por la Iglesia etíope, que quiso
construir en la ciudad una nueva Jerusalén en respuesta a la
conquista de Tierra Santa por los musulmanes. Muchos de sus
edificios históricos tomaron su nombre de edificios en aquella ciudad y fueron
construidos excavando la roca de la montaña.
Las iglesias de Lalibela se distribuyen en dos
grupos principales, separados por el canal de Yordanos, que representa el río
Jordán, pero comunicadas entre sí por túneles, pasadizos y trincheras. El lugar
fue concebido para que su topografía correspondiera a una representación
simbólica de Tierra Santa. Una cruz monolítica marca el punto de partida
del recorrido efectuado por los peregrinos.
Las doce iglesias fueron excavadas bajo la
superficie de la tierra, llegando en algunos casos a alcanzar los 15 metros de
altura. Rodeadas por patios y zanjas, túneles y pasadizos que las conectan
entre sí.
Ninguna es igual a otra, talladas en bloques
únicos, sin ladrillos, madera ni argamasa. "Construidas por Dios",
dicen los sacerdotes.
Desde las paredes de roca, decoradas con rotunda
sencillez, miran las decenas de santos,
ángeles y vírgenes de piel tostada y expresión ingenua
pintados por artistas antiguos.
Pero en cuanto los ojos se habitúan a la penumbra descubren
los maravillosos murales policromados de las paredes representando escenas de la Biblia.
Sus templos siguen en activo como el primer día, acogiendo
inmutables los ritos, plegarias y salmodias tal y como se desarrollaban en la
época de Lalibela (En el siglo XII).
La gente sigue yendo a misa cada día envuelta en
túnicas y turbantes de algodón blanco para cantar y rezar
Las iglesias son tesoros para Etiopía, como las
grandes pirámides lo son para Egipto.
Las iglesias talladas en roca de Lalibela,
Etiopía, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978.
El cristianismo llegó a Etiopía en el siglo IV y
hoy sobrevive en su forma ortodoxa. El 60% de la población lo profesa y el
Islam es profesado por un 30%.
Los templarios no participaron en la construcción
de estas iglesias; existen pruebas de que fueron obra exclusiva de la
civilización etíope medieval
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