En 2015, un equipo de investigación de Pfizer descubrió que Enbrel, uno de sus medicamentos estrella que hasta
ahora se usaba como tratamiento de la artritis reumatoide, parecía
"reducir el riesgo de Alzheimer un 64%".
Un análisis de cientos de miles de reclamaciones de seguros
reveló que el medicamento podáis tener efectos positivos a nivel neurológico.
Los investigadores propusieron a la farmacéutica poner en marcha un ensayo clínico
para comprobar si, efectivamente, eso era así. El ensayo hubiese costado como
mínimo unos 80 millones de dólares.
Pfizer, tras estudiar el caso entre 2015 y 2018, decidió
cancelar esa línea de investigación y no hacer públicos estos últimos datos. La farmacéutica reconoció haber ocultado la información y
se justificó basándose en sus “rigurosos estándares científicos”.
Ciertamente, a nivel
teórico, la molécula es demasiado grande para atravesar la barrera hemato-encefálica.
Es decir, no debería de tener un efecto sobre enfermedades como el Alzheimer.
De hecho, hace más de una década, Pfizer ya intentó
usarla para tratar la enfermedad, pero
no consiguió resultados interesantes.
Las
explicaciones de Pfizer toman como base, la escasa certeza que ofrecían los
nuevos. La portavoz de la empresa, Ed Harnaga, explico que ocultaron la
información para evitar iniciar una línea de investigación que hubiera
desaprovechado muchos recursos sin demasiado sentido. ”La ciencia fue el único
factor determinante para no seguir adelante”, ha explicado.
Hay tres problemas
básicos:
El primero es que, justo mientras Pfizer tomaba la decisión sobre
el Enbrel, la compañía farmacéutica estaba cerrando el área de la compañía
encargada precisamente de investigar tratamientos contra el Alzheimer.
El segundo es que la patente del medicamento estaba a punto de
expirar. Como vimos en
el caso del tratamiento de la depresión con ketamina, el hecho de no
tener patente hace mucho menos atractiva la inversión necesaria para aprobar un
nuevo uso de cualquier medicamento. Financieramente hablando.
El
tercer problema está en la incertidumbre de si, ante esos nuevos datos que
sugerían que el fármaco sí podía atravesar la barrera hemato-encefálica, Pfizer
debía haber vuelto a hacer los estudios de toxicidad del medicamento. En
principio, esta es la "acusación" más grave. Sobre todo, porque
aunque la evidencia que había encima de la mesa era muy endeble, la pregunta va
a seguir encima de la mesa hasta que se vuelva a evaluar.
Indignación en la comunidad científica Las
críticas no se han hecho esperar y muchos científicos, como Rudolph E.
Tanzi, investigador especializado en la
genética del Alzheimer y profesor en la Harvard Medical School, no entienden
cómo es posible que no se publicaran datos
fundamentales en un trastorno frente al que aún estamos tan indefensos.
"Positivos o negativos, son datos que nos dan más
información para tomar decisiones mejor informadas”, explicaba
Keenan Walker, profesor asistente de
medicina en la Universidad Johns Hopkins.
"Es frustrante que pueda haber sido
una oportunidad perdida", sentencia Robert I.Fiel, un profesor de derecho
y administración sanitaria de la universidad de Drexel.
Y es que en 2016, un estudio de
Darthmouth y Harvard realizado a 127.000 personas demostraba que Enbrel
"podría tener beneficios en estaciones temparanas" de la enfermedad
siendo "una promesa como tratamiento en potencia".
Fuentes varias de la Web
Fuentes varias de la Web
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