Dichoso
el papá que siendo honesto y responsable, ama a sus hijos al darles el valioso
don del buen ejemplo.
Feliz
el papá que sabe no sólo armonizar la suavidad con la disciplina y el estímulo
con la corrección, sino que es buen amigo de sus hijos.
Es
un padre que da amor y luz, no el "papá proveedor" que se limita a
dar cosas o dinero.
Es
alguien que educa con el amor, no con el temor, sabe dialogar y no es el
"papá sargento", rígido y autoritario.
Es
el ser que acepta sus errores con sencillez y apertura y no el
"super-papá" que se las sabe todas y cree que todo lo hace bien.
Es
el padre presente en el hogar, en el cual se prodiga, y no el "papá
ausente", que es como si no existiera.
Es
alguien que no es machista y vive una buena relación de pareja, a diferencia
del "papá rey" que grita: "se hace sólo lo que yo digo" y
no respeta.
Ser
papá es un arte, es una profesión que exige dedicación.
El
buen papá es feliz porque recibe amor al dar amor.
No sobreproteger
Los
males que se detectan con mayor dificultad, son los que se hacen con buena
intención y son frecuentes en el hogar. Sobreproteger a los hijos es uno de ellos, con secuelas
fatales.
El
mejor papá y la mejor mamá, poco a poco se van haciendo innecesarios.
No
le hacen todo a sus hijos. Craso
error el de los progenitores que dicen: "Voy a evitarle a mis hijos todos
los sufrimientos que yo tuve".
Malcrían
así hijos mimados, exigentes e incapaces de afrontar problemas.
Drogadictos
en potencia.
Hay
que evitar sacrificios inútiles, pero no aquellos que fortalecen el carácter y
templan el espíritu.
Atiborrar
de regalos a los hijos, no negarles nada, no exigirles ayuda, es trazarles una
vida desdichada.
Los
papas que sobreprotegen, no aman a sus hijos. Les hacen tanto daño como los que
no los miman en absoluto.
Regalar un NO
Los
buenos papás saben regalarle a sus hijos un NO, siempre que es necesario.
La
pedagogía enseña que se crean más traumas por decir siempre sí, que por educar
con límites.
Van a sufrir y a
hacer sufrir en la vida aquellos niños cuyos deseos nunca tienen barreras.
Sin disciplina
todo es un caos.
Los límites frenan
el egoísmo y nos hacen sociables.
El
hijo del emperador Marco Aurelio, llamado Cómodo, lloraba la muerte de un
esclavo muy querido. A los cortesanos que trataban de consolar al jovencito,
les dijo Marco Aurelio: "Dejadle sufrir porque el dolor educa. Dejad que
mi hijo sea hombre antes de ser emperador".
A
algunos padres les cuesta regalar un NO a sus hijos y demasiado tarde lo
lamentarán.
Viene
bien una cierta dosis personal de frustración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario