Un abogado compró una
caja de puros, muy raros y de alto precio, y procedió a comprarles un seguro
contra varios riesgos, entre otras cosas, contra incendio.
En el lapso de un mes, habiéndose fumado la caja completa de estos grandiosos
puros, el abogado reclamó el seguro contra incendio a la compañía de seguros.
En su reclamación, el abogado declaraba que los puros se perdieron a causa de
una serie de pequeños fuegos o incendios.
La compañía de seguros se rehusó a pagar, citando las razones obvias: que él
había consumido los puros de acuerdo al uso tradicional.
El abogado demandó y ¡GANÓ!
De
acuerdo con las reglas, el juez estuvo de acuerdo con la compañía de seguros
que la reclamación era frívola. El juez declaró que en cualquier caso, el
abogado contrató una póliza de seguro con la compañía, en la cual se
garantizaba que los puros eran asegurables y también se garantizaba que
quedaban asegurados contra incendio, sin definir expresamente las exclusiones
de algunos “fuegos o incendios” y por lo tanto era sujeta a la obligación del
pago reclamando.
Lejos de sostener un lento y costoso juicio de apelación, la compañía de
seguros aceptó las reglas y pagó $15,000 al abogado por la pérdida de sus puros
a causa del fuego.
Una vez que el abogado hubo cambiado el cheque, la compañía de seguros
promovió su arresto por 24 cargos de incendios intencionales.
Utilizando en su contra su propio testimonio en lo declarado por él en su
reclamación del pago a la compañía de seguros, el abogado resultó convicto por
el delito de incendio intencional en contra de su propiedad asegurada y fue
sentenciado a 24 meses de pena de cárcel y al pago de una multa de $ 24,000
No hay comentarios:
Publicar un comentario