domingo, 3 de febrero de 2013

“PEQUEÑOS” ERRORES DE LA HISTORIA


Elyeza Bazna 
un albanés que trabajaba como ayudante de cámara de sir Hugh Knatchbull, embajador británico en Ankara (Turquía) durante la II Guerra Mundial. Ambicioso y con pocos escrúpulos, comenzó a trabajar como espía para la embajada alemana.
Usando el apodo de Cicerón, Bazna les vendía planos de ingenios electrónicos que su jefe guardaba en su caja fuerte. Los alemanes le pagaron muy bien por aquellos planos, pero su contenido les desconcertaba. Lógico. El embajador británico era una especie de inventor chiflado que en su tiempo libre diseñaba circuitos y disparatados modelos de electrodomésticos que nunca funcionaban. Y lo que Bazna les estaba vendiendo a los nazis (sin saberlo) eran justo aquellos planos (años después, Graham Greene se inspiró en este personaje para escribir su novela Nuestro hombre en La Habana).
 Como era de esperar, los nazis empezaron a desconfiar del albanés. Y la consecuencia fue que, cuando el traidor les facilitó otros documentos auténticos y muy valiosos –entre ellos, los informes sobre las cumbres de los líderes aliados en Casablanca y Teherán–, los alemanes dudaron de su autenticidad.
Finalmente, los británicos acabaron descubriendo los manejos de Bazna y montaron un operativo para atraparle. Pero la suerte sonrió una vez más al espía, quien les dio esquinazo y escapó a Brasil llevándose el dinero que le habían pagado previamente los nazis.
En el país sudamericano, el albanés se dedicó a vivir como un rey, pero la historia tampoco tuvo final feliz para él. Al cabo de un mes, la Policía se presentó en su domicilio con una orden de arresto por fraude.

Y es que, haciendo bueno el célebre dicho “Roma no paga traidores”, los alemanes habían remunerado los servicios del espía con dinero falso.

Dick Rowe
Un ejecutivo de la compañía discográfica Decca Recording Company, quien en 1962, tras escuchar las pruebas musicales de un grupo de muchachos melenudos, sentenció: “No me gusta cómo suenan; además, la música de guitarra ya está pasada de moda”.
Pero, claro, después supo que aquellos jóvenes eran THE BEATLES…



George Atwood
Un brillante matemático que no solo ha pasado a la historia por sus investigaciones, sino también por un desafortunado e involuntario desatino.
Se cuenta que estaba tan absorto en su trabajo que, cuando vinieron a comunicarle que su esposa había fallecido en un accidente, respondió:
“Está bien, pero que espere a que termine con esto”. 

Fuente: www.quo.es

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