Este libro de MAURICIO SILVA, surgió luego de entrevistar
al Pibe Valderrama, el año pasado, y encontrarse con “tres anécdotas que,
literalmente, lo dejaron con la boca abierta”, apunta.
Agrega: “Ya han pasado 20 años, y aún la piel se pone ‘de
gallina’ cuando se ven en televisión o en YouTube las piruetas y los
prodigiosos pasos de danza del ‘Pibe’, del ‘Tino’, del ‘Tren’, de Freddy y es
imposible olvidar la explosiva celebración de Colombia entera con cada uno de
los cinco goles que su equipo amado le empacó a Argentina.
La historia del 5-0 del 5 de septiembre de 1993, no ha sido
contada del todo. O al menos eso se desprende de la investigación del
periodista Mauricio Silva, cuyo resultado se lanzó en la Feria del Libro de
Bogotá. Su título: El 5-0. Punto.
Luego de hablar con jugadores, técnicos y reporteros
protagonistas del partido cumbre, la catedral del fútbol colombiano, Silva
descorre el velo de la memoria y encuentra testimonios contundentes de lo que
significó para el país el partido que cambió la historia del fútbol nacional.
Aquí, fragmentos de algunas de sus revelaciones.
Primer secreto: alarma en
Buenos Aires
El día antes del partido, ‘Pacho’
Maturana no habló de táctica, sino que dejó que los muchachos acariciaran el
balón. No hubo otro discurso que el de la simpleza del juego del ‘bobito’ (...)
“Luego le tocó a Leonel y él, que se tomaba y
se toma todo tan en serio, se tiró en plancha, como en un partido de verdad,
con tan mala suerte que lesionó en el tobillo a ‘El Tren’. Recuerdo que ‘Leo’
lloró pidiéndole perdón a Adolfo, quien, de verdad, quedó jodido. Esa es otra
que no saben los colombianos: que él jugó el partido lesionado, de puro varón”,
recuerda Óscar Córdoba. (…) El día del juego, el médico de la selección, Carlos
Álvarez, bajó a la mesa con una mala noticia: “¡Asprilla está enfermo! Tiene
fiebre. No sé si pueda jugar. Voy a tener que inyectarlo”. Y así lo hizo. “Muy
poca gente sabe que ese partido lo jugué enfermo y que horas antes de salir a
la cancha estuve temblando como un pollo”, recapitula ‘El Tino’. Y había más:
‘El Tren’ estaba medio cojo, gracias al hachazo que le había aplicado Leonel en
el juego del bobito.
Segundo secreto: un hincha
inesperado
En el minuto 86, Simeone fue a
disputar en el aire un balón dividido con ‘El Tren’ y, malintencionado,
descargó un codazo de roja directa. El delantero colombiano cayó con la boca
ensangrentada. Le había roto el labio inferior y, aun cuando Luis Carlos Perea
y Wilson Pérez fueron a apretar al árbitro (Ernesto Filippi), ‘Barrabás’ Gómez,
viejo zorro, se fue a hablarle al oído al juez y le soltó una histórica: “No lo
vaya a echar, señor juez. No lo vaya a sacar del partido, porque después dicen
que les ganamos porque tenían solo diez. No nos vaya a hacer eso”. A lo que el
árbitro uruguayo, tal vez con la celeste puesta, tal vez en nombre de todos los
suramericanos que han padecido la arrogancia argentina, respondió como si fuera
un juego de barrio: “No lo echo, pero háganles otro gol a esos hijos de
p...”.
Tercer secreto: el mecenas
Una vez los muchachos llegaron al
Caesar Park, comenzaron a destaparse botellas de todo tipo de chorros. (...)
Abajo, en un salón del segundo piso del hotel –en lo que pareció ser la fiesta
oficial–, decenas de colombianos celebraron con todos los juguetes. Lo que
pocos supieron –y por años– es que los tragos rodaron por cuenta de una leyenda
del narcotráfico criollo, quien, en aquel entonces, todavía era un incipiente
capo: Justo Pastor Perafán. (...) Rumbearon por cuenta del mágico derroche los
directivos de la Selección, varios políticos y un buen grupo de periodistas.
“Samuel Moreno, Andrés Pastrana, todos, sin excepción, pensamos que era una
fiesta que pagaba la Federación. Años después, nos vinimos a enterar de que la
recepción era de Perafán”, recapitula William Vinasco Ch.
“Un funcionario del hotel nos preguntó a los
periodistas que estábamos en el primer piso quién iba a pagar la cuenta de
champaña que corría a borbotones. Luego supimos que, quien pagó en efectivo, de
su bolsillo, fue Pastor Perafán. Solo en champaña fueron algo así como doce mil
dólares”, rememora Hernán Peláez.
Cuarto
secreto: el cartel se metió
El 10 de
junio de 1994 (poco antes del Mundial USA 94), el equipo realizó su último
entrenamiento en Cascajal –cancha de prácticas del club América de Cali–.
A todos
los miembros de la tricolor les hicieron saber que, esa noche, estaban
invitados a comer a un sitio “muy especial”. Los citaron a las 7 p.m., en el
lobby de la Torre de Cali y, cuando se reunieron en el punto acordado,
supuestos funcionarios de la Federación los hicieron bajar al sótano del hotel
para abordar un transporte que no era el oficial.
Abajo, en
los parqueaderos, había varias camionetas y varias motos con personal de
seguridad no identificado. Los jugadores se acomodaron en diferentes vehículos
–entre ellos, una pequeña buseta–, y sin más les pidieron que se pusieran unas
capuchas que estaban en cada puesto. Así, cegados, salieron hacia el sur de
Cali: “y a toda velocidad”, tal cual recuerda uno de los volantes del equipo.
Entonces
llegaron a una lujosa casa en el barrio Ciudad Jardín, donde, una vez adentro,
les destaparon las cabezas y los invitaron a bajar. Los personajes que los
recibieron fueron Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, José ‘Chepe’ Santa Cruz
y Hélmer ‘Pacho’ Herrera, capos del cartel de Cali (...).
En un
momento dado, mientras servían langosta, Miguel Rodríguez, alias ‘el Señor’,
anunció, a viva voz, un jugoso premio para cada jugador si lograban llegar a
los octavos de final en USA 94; otro aún más beneficioso si alcanzaban los
cuartos de final; y una importante suma si conseguían llegar a las semifinales.
“Nadie se alcanza a imaginar el billete que nos prometieron en caso de coronar
la final. Esa cifra era absurda, pero muy, muy, muy absurda”, relata uno de los
históricos de aquella Selección.
Luego,
Gilberto Rodríguez, ‘el Ajedrecista’, le dio dinero en efectivo a un grupo de
jugadores (de 5.000 a 25.000 dólares) y a muchos de ellos, uno por uno,
mientras les entregaba un sobre, les recordó que era muy importante que
apoyaran la candidatura de Ernesto Samper a la Presidencia. “ ‘El mandato del
presidente Samper nos va a quedar muy bien. Hablen en las entrevistas de él,
que esa publicidad nos va a ayudar mucho’, nos dijo. Y hubo jugadores que
hicieron declaraciones en ese sentido”, recordó uno de los defensas del
conjunto nacional.
Quinto
secreto: a ciegas en el Mundial
“Un día
antes del partido (contra Rumania, en USA 94), todavía no sabíamos a ciencia
cierta contra quién íbamos a jugar. Andrés Escobar me dijo: ‘andate, fulería, y
le pedís a Maturana que nos bote un video de Rumania’. Yo fui y le dije al
profesor y él me respondió: ‘Hombre, tengo unas imágenes, pero están grabadas
desde muy lejos. Tranquilo, Luis Carlos, que todo está bajo control’. Pero no
fue así”, resume ‘El Coroncoro’ Perea.
“Durante la preparación, por distintas canchas
del mundo, siempre vimos a un gringo en los entrenamientos que apuntaba cosas.
Le decíamos, en broma, el 007. Pues bien, después del Mundial, José Castaño, mi
representante, me entregó dos libros que habían hecho los gringos: Colombia en
ataque y Colombia en defensa. Ahí estaban registrados todos nuestros
movimientos. Nos tenían más chequeados que el verraco. Y nosotros, nada. Sólo
levitábamos”, dice el ex portero Córdoba.
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