Ese mismo
día, The Wall Street Journal publicaba la noticia de que el FBI está
investigando las operaciones de las máquinas de alta frecuencia. Los sabuesos
más avezados de la policía estadounidense sospechan que las firmas de HFT
utilizan en su propio beneficio la información que manejan de otros inversores,
con información privilegiada e incluso fraude. De ser cierto, el engaño sería
colosal ya que las máquinas de alta frecuencia son las responsables de más de
la mitad de las operaciones bursátiles de EEUU y del 36% de las europeas.
Exactamente
ese es el argumento del libro de Lewis. ¿Casualidad?
Hay muchos que no lo creen así. La idea que recogen
algunos medios de comunicación es que la maniobra del FBI se produce para
contrarrestar la denuncia del libro de Michael Lewis, y evitar el impacto de
sus críticas.
Pero, ¿qué
cuenta Flash Boys para haber armado tanto revuelo?
La clave,
más que lo que cuenta es cómo lo cuenta. Las denuncias de que los mercados son
un casino en el que los grandes bancos siempre ganan se repiten desde hace años
por parte de economistas alternativos, movimientos como Occupy Wall
Street o el 15M. Los medios de comunicación, incluido eldiario.es, han
explicado el abusivo poder legal de estas máquinas. Sotto voce, lo
reconocen muchos gestores de mercado, e incluso hace unos días
la advertencia sobre el HFT la hacía el propio Gary Cohn, director de
operaciones de Goldman Sachs.
Pero la
fuerza de Flash Boys reside en que Michael Lewis ha conseguido que
sea uno de los suyos, un trader (persona o entidad que compra o vende
instrumentos financieros, cómo acciones, bonos, etc), quien cuente en primera
persona cómo se hace esa manipulación.
El
protagonista del libro es Brad Katsuyama, un gestor de mercados del Royal Bank
of Canada que trabaja en su sede de Nueva York. Como él mismo cuenta en la
entrevista de la CBS, en 2007 se dio cuenta que sus sistemas de inversión no
funcionaban como siempre. Algo raro pasaba. Tras varias investigaciones del
servicio técnico, contrató a un experto informático y descubrió que la
distorsión la producía la distancia y la velocidad de sus ordenadores.
Como ya
explicó el diario.es, la cercanía de las máquinas de HFT y su velocidad son la
clave para adelantarse a los movimientos del mercado. Pero si,
como está investigando el fiscal de Nueva York, este privilegio ya es de
dudosa legalidad, mucho más lo es otra práctica que denuncia Lewis y que
también el FBI dice estar investigando:
El front
running. Esta técnica, que podría traducirse como inversión con ventaja,
consiste en que los brokers (intermediarios) hagan operaciones propias
aprovechándose de la información que manejan de sus clientes, y es ilegal.
Katsuyama
se dio cuenta de que cuando daba una orden, no todas las acciones se vendían y
compraban al mismo precio. Se ejecutaban algunas, pero otras las compraba los
HFT y luego se las revendían a él más caras. Es decir, interceptaban su mandato
y gracias a su rapidez y el volumen de órdenes que manejan, eran capaces de modificar
el precio.
Las
diferencias de tiempo son imperceptibles para los humanos, los HFT hacen la
operación en apenas dos milisegundos, mientras que el resto, como Katsuyama,
tardan cuatro. Los precios se modifican apenas unos céntimos, pero dado el
volumen de las transacciones suponen millones de dólares de diferencia.
Fuente:
www.eldiario.es/
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