Las cámaras de todo tipo se han convertido en un tercer ojo
que todo lo ven y lo registran.
Una de las últimas en sumarse han sido las cámaras
corporales, diseñadas en principio para el uso policial, para captar tanto el
comportamiento de los agentes como el momento en que se comete un delito. Sin
embargo, su uso se está extendiendo a otros ámbitos profesionales e incluso al
sector educativo. Este auge abre un nuevo debate en torno al exceso o no de
vigilancia, y al cambio de comportamiento asociado.
Las cámaras corporales o “body cam” han sido bien recibidas
en muchas ciudades, pues se consideran una herramienta de control y contrapeso
frente al poder policial. Se trata de pequeños dispositivos no intrusivos
adosados al uniforme del agente a la altura del hombro, para grabar
discretamente sin interferir en su servicio diario. Pueden filmar de forma
ininterrumpida, con la posibilidad de subir automáticamente los videos a la
nube.
El dispositivo incluye además un software especial que
almacena y cataloga las grabaciones y que impide cualquier tipo de alteración o
modificación. Y en caso de robo o pérdida, también va provista de un mecanismo
de bloqueo. Permiten grabar con baja luminosidad y en condiciones extremas.
Según cuenta la revista online NewScientist, el alcalde de
Londres inició un plan para dotar con 20 mil cámaras corporales a la Policía
Metropolitana, lo mismo que hizo en mayo el Departamento de Justicia de Estados
Unidos, que destinó millones de dólares a la compra de cámaras para los
departamentos de policía de todo el país, en respuesta a la consternación
pública por la muerte de ciudadanos negros a manos de oficiales blancos.
El objetivo es claro, pues permite captar tanto el
comportamiento de un agente -apropiado o no-, como el momento en que se comete
un delito. Sin embargo, este tipo de dispositivos no sólo resulta de utilidad
para la policía. En Estados Unidos, por ejemplo, ya se plantea su uso para
bomberos, vigilantes, patrullas de playa, control de animales o incluso en el
ámbito educativo, equipando a directores y subdirectores con cámaras corporales
en el próximo curso escolar para registrar su relación con maestros y
estudiantes.
También hay opciones para la ciudadanía en general. Es el
caso de Vievu, una compañía con sede en Washington que ahora comercializa una
versión de su cámara de policía para profesionales que requieren pruebas de
video para protegerse de responsabilidades, por ejemplo cuando llevan a cabo
reparaciones en una casa mientras el dueño está ausente.
Las cámaras se pueden utilizar como medida de protección.
"Cuando alguien se pone agresivo y se le dice que está siendo grabado o ve
la cámara, se traduce en un cambio de comportamiento", manifiesta Mike
Jones, uno de los agentes británicos que la está probando. "Es una capa
adicional de seguridad", añade.
Los estudios sugieren que los ciudadanos se comportan mejor
cuando son grabados.
De acuerdo con un programa piloto llevado a cabo durante un
año con cámaras corporales en el departamento de policía de Rialto, California,
se detectó que los oficiales que las llevaban utilizaron la fuerza un 60 por
ciento menos que aquellos que no las tenían. Las quejas de los ciudadanos
también se redujeron en un 88 por ciento.
Las investigaciones dejan entrever que un mundo con más
cámaras de vigilancia podría ser, en cierto modo, más agradable y seguro. Pero a medida que
crece la oferta tecnológica, también hay más posibilidades de usos imprudentes.
A ello se suma la ambigüedad de la legalidad. Esto ha generado, por ejemplo,
acalorados debates sobre cómo la policía debe usar las cámaras, si se pueden
utilizar en cualquier sitio, o cuándo eliminar las grabaciones.
Al tratarse de tecnologías emergentes, no existe una
regulación estricta sobre su uso, por lo que podríamos estar expuestos a
grabaciones continuas allá donde vayamos, sin controlar quién puede ver esas
imágenes. Sin embargo, esta situación podría tener el efecto inesperado de
generar una sociedad más tolerante, como afirma Judith Donath, de la
Universidad de Harvard. E incluso que apreciáramos más el trabajo de los demás.
Es lo que concluyeron en un estudio publicado en mayo,
realizado por investigadores de la Universidad de Harvard y College de Londres.
Colocaron cámaras en un comedor universitario para que los clientes pudieran
ver una transmisión en vivo del trabajo de los cocineros, mientras estos podían
verlos fuera esperando su comida. Los informes de satisfacción por la comida
aumentaron un 22 por ciento.
"El nivel de tolerancia aumentará en nuestra sociedad,
si no queremos vivir en un mundo que induce a la paranoia", añade Donath.
Tendencias 21 / Patricia Pérezanzada.com.mx/
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