Nuestro ego tiene
la capacidad de influirnos en todas las decisiones que tomamos, y en las
acciones que determinan nuestro destino. Podemos llegar a ser esclavos de
nuestro ego sin darnos cuenta…
El
ego representa a nuestro yo, la identidad con la que nos mostramos
ante los demás y ante nosotros mismos. Está constituido por todas nuestras
experiencias y aprendizajes, por todos nuestros miedos y heridas sufridas.
Mediante
nuestro ego nos defendemos de aquello por lo que hemos sufrido, por lo que
hemos sentido angustia y nos ha atormentado. Las humillaciones, los
rencores, las desgracias, el maltrato; todo ello se ha quedado grabado en
nuestro ego.
El
ego se manifiesta en nosotros mediante una constante lucha por tapar las
debilidades. Por mantener una apariencia de fortaleza y distanciamiento
emocional.
Representa
nuestra conducta más infantil, la que no ha aprendido de los errores, la
que se ha quedado anclada en el pasado. Nos “protege” en asuntos como: la
novedad, la intimidad, el acercamiento, el compromiso y el amor…
Cuando
no tomamos conciencia de que nuestro ego puede haber adquirido el
dominio de nuestra conducta, vemos como algo natural el rencor, la vanidad, la
violencia, la posesión y la destrucción.
Al no
responsabilizamos de nuestro ego, actuamos en modo automático, sin tomar
conciencia de las consecuencias que conllevan nuestros actos. Nos alejamos de
nuestra esencia, de nuestra humanidad; alimentando nuestro ego.
Acaba
siendo inevitable caer en la infelicidad y el sufrimiento. Ya que el ego se alimenta de
esto mismo, de la miseria, de la tortura a nuestro bienestar y nuestras
posibilidades de adentrarnos en nuestra felicidad.
A través del
ego nos sentimos culpables por reconocer lo que necesitamos, lo que queremos.
Incluso hasta el punto de llegar a sentir culpa por entregarnos al amor.
Es
nuestro juez interior más severo y la vez más injusto. Nos hace cobardes en el amor,
competitivos, egoístas y desconfiados ante los demás. Nos convierte en sujetos
pasivos desde la posición de víctimas.
A
través del victimismo todo lo que nos sucede lo asociamos a causas externas.
Nos quitamos
así toda responsabilidad de lo que sucede en nuestras vidas, regodeándonos del
daño que nos han hecho.
Para poder
ser personas más responsables sobre nuestras vidas y conscientes sobre
nuestro desarrollo personal, no podemos eliminar el ego ni desprendernos
de él, ya que forma parte de lo que somos y es algo que resulta
inevitable.
El trabajo
personal a realizar sería el de disminuir su influencia en nuestras vidas, y
sobre todo tomar conciencia de cuándo es el ego el que está tomando la posesión
de nuestros pensamientos y actos.
Al hacernos
conscientes de cuando aparece la influencia del ego, es cuando podemos
dominarlo y decidir la actitud que nosotros queremos tomar.
Desprendiéndonos así del rol de victimas que nos engancha al sufrimiento.
Cuando somos
capaces de dominar a nuestro ego nos liberamos de actitudes que nos generan
sufrimiento como:
La
necesidad de tener razón.
Sentirnos
ofendidos por creer que los demás nos atacan.
La
necesidad de ganar y triunfar para ser los mejores.
La
necesidad de sentirnos superiores a los demás.
Identificarnos
con nuestros logros, situando nuestro valor personal en ellos.
El
deseo de la posesión y de tener más.
Si somos
capaces de tomar conciencia de nuestro ego, nos situamos en el presente, sin
evitarlo ni olvidar que está ahí. Amándonos no por lo que conseguimos sino
por lo que somos.
Varias
fuentes en la Internet
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