Según reza en una
tableta de arcilla del 2.200 a. C, el jabón se elaboraba con agua, sales
alcalinas y aceite de acacia.
También se conoce que, en el reino de Nabonidus,
uno de los últimos reyes de Babilonia, se creó una fórmula para hacer jabón a
partir de ‘uhulu’ (cenizas) y aceite de ciprés, que empleaban las señoras para
limpiar superficies en sus hogares.
Los egipcios perfeccionaron su fabricación, describiendo
en los papiros (el tratado médico del papiro Ebers en 1550 a. C.) cómo elaborar
jabón a partir de una mezcla de grasas animales y vegetales. Esta unión, combinada con sales
alcalinas, resultó ser un excelente ungüento para tratar infecciones en la piel
y limpiar el cuerpo. También lo mezclaban con cenizas de madera quemada para
crear sustancias jabonosas.
La palabra jabón, proveniente del latín ‘sapo’, fue empleada por primera vez por Plinio el viejo, que era escritor, filósofo y naturalista, durante la primera etapa del Imperio Romano. En su enciclopedia ‘Historia Naturalis’, explica cómo fabricar jabón a partir de sebo de ternera u oveja mezclado con cenizas, aunque el único uso que le da a esta mezcla es como pomada para el cabello o incluso como gomina fijadora.
Los germanos y
galos solían elaborar su propio jabón con grasa animal y cenizas. Pero no sólo
lo empleaban para bañarse, sino que lo usaron como accesorio de belleza para el
pelo. Según el médico griego Galeno de Pérgamo, se podía elaborar jabón a
partir de lejía, y prescribía los baños frecuentes para eliminar las impurezas
del cuerpo y la ropa. Decía que los germanos eran auténticos expertos en la
elaboración del jabón, seguidos por los galos.
La fabricación de jabón se extendió por todo el mundo árabe durante el
advenimiento de la alquimia. El químico persa Al Razi, que escribió más de 180
libros, detalló la fórmula para elaborar jabón. Por aquella época el sebo de
los animales fue reemplazado por aceites vegetales dulces como el de oliva o
sésamo, produciendo un producto más agradable. Los farmacéuticos de Medio
Oriente añadían perfumes dulzones ya en el siglo VII de nuestra era.
Entre los siglos
VI y VIII de nuestra era, floreció el oficio de realizar jabones en Nápoles, y
pronto se extendió por toda Italia y España. A partir del siglo XIII, el jabón
comenzó a ser exportado a través de los Alpes al resto de Europa.
Existe una hipótesis que cuenta cómo el resurgimiento del jabón a partir
del siglo XIV, hizo que las matronas se lavaran las manos cuando asistían a los
partos, y por ende, descendiera la mortalidad infantil.
Aun así en el siglo XV el mundo seguía siendo un
lugar pestilente. La gente raramente tomaba baños, y si lo hacía, era como un
ritual anual. Aunque el jabón comenzó a ser manufacturado en Europa desde el
siglo XII o XIII, era un bien de lujo debido a los tributos fiscales que tenían
aplicados. Tan sólo cuando los impuestos fueron revocados en 1853, el jabón se
convirtió en un producto asequible para las masas populares.
Fuente: blogodisea.com
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