propiedad de un alemán del Volga, donde elaboraban jamones caseros.
Al
pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una chancha amamantando
a unos cuantos lechones. Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del
patrón que me estaba atendiendo, de qué raza eran esos chanchos.
- Son de raza “Sudamericana”… Pero espere,
voy a llamar a mi padre, que a él le gusta contar esta historia.
Por
la puerta de la cocina emergió don Helmut, un hombre alto de cabellos blancos
que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas y me
invitó a sentarme a la mesa, donde había una hermosa botella de coñac.
Entonces
me preguntó,
-¿Ud. sabe cómo se cazan los chanchos
salvajes en el monte?
me
preguntó el viejo sin más trámite, mientras me servía una copa abundante de esa
botella.
- Bueno, creo que usan
perros. Luego los amarran y con un fusil los sacrifican…
le contesté prudentemente, presintiendo que la
historia venía por otro lado y
que el viejo sabía más que yo…
En el fondo de la finca, detrás de aquella
fila de álamos que usted ve, y hasta la ribera del río, hay una pampa
silvestre y sin trabajar.
Dentro de ese terreno, suele haber chanchos
salvajes del monte.
Para cazarlos hay que comenzar por buscar
un espacio sin matorrales y tirar
un poco de maíz en el piso.
Cuando los chanchos lo descubren, van
a comer todos los días, y usted solo tiene que reponerles diariamente la ración. Una vez acostumbrados, construye
un cerco en uno de los lados del sitio y
les sigue poniendo alimento. Por unos días van a desconfiar, pero después
terminan por volver.
Entonces se hace otro cerco a continuación
del anterior, y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a
comer.
Y así sucesivamente, hasta que casi cierra
los cuatro lados, y sólo deja una abertura para un portón.
Ya para entonces los chanchos se han
acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y
salen casi con naturalidad…
Un día va y coloca el portón, lo
deja abierto y sigue poniendo maíz, hasta que encuentra la manada comiendo, entonces
les cierra la puerta !
Al principio empiezan a correr en círculos
como locos, pero ya están sometidos.
Muy pronto se tranquilizan y vuelven al
alimento fácil, que ya se olvidaron de buscar por sí mismos y por lo tanto
aceptan la esclavitud.
Ustedes
los sudamericanos no se dan cuenta que esos gobiernos populares y demagógicos
que tienen, proceden de la misma manera que yo con los chanchos…
Les
tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, casas gratis, empleos públicos, cargos políticos, pensiones
para jubilados, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, etc.,
etc.…
Todo a costa del sacrificio de las libertades, que les van confiscando migaja a
migaja…
Y
los sudamericanos no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es
posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace.
¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda”
que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que le ha dado el pueblo y permite que se usurpen, para
depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce?
¿Pero,
cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un
infierno…?
¿Cómo pueden crear conciencia cívica, si los
políticos se aprovechan de la ignorancia del pueblo…?
¡¡¡Sigan así – no más -, y que Dios los ayude
cuando les cierren el portón!!!
Don
Helmut se mandó lo que quedaba del cuarto vaso de un solo trago, me saludó y se
fue rengueando por la puerta de la cocina.
Y
yo, mareado por el alcohol y apabullado por la verdad, saludé al hijo de don
Helmut y me regresé por el polvoriento camino, de vuelta a casa.
Piensa
bien al momento de votar que…!
¡ NOS ESTÁN CERRANDO EL PORTÓN!
Una mirada a los noticieros y comprendes esa realidad.
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