En Suiza, la
empresa Algordanza recibe cada mes entre 40 y 50 urnas funerarias procedentes de todo el mundo, que luego serán convertidas en
piedras preciosas.
“Quinientos
gramos de cenizas bastan para hacer un diamante, en tanto que el cuerpo humano
deja una media de 2,5 a 3 kg después de la cremación”, explica Rinaldo Willy,
uno de los co-fundadores del laboratorio, donde las máquinas funcionan 24 horas
al día sin interrupción. Cada difunto puede generar unos 5 diamantes,
para poderlos distribuir entre toda la familia.
Primero
convierten a presión el carbono en grafito. Luego son expuestos a 1.700 ºC,
que transforman el grafito en diamantes artificiales.
El color varía
del azul oscuro hasta casi blanco. "Es un reflejo de la personalidad”,
comenta Willy. ¡La personalidad por color!
Una vez obtenido,
el diamante bruto se pule en la forma deseada por los familiares del fallecido,
para después poder usarlo en un anillo o en un collar.
El precio oscila entre 2.800 y 10.600 euros según el peso de la piedra (de 0,25 a 1 quilate), lo que, según Willy, vale la pena ya que por ejemplo, en Alemania, un entierro completo cuesta 12,000 euros, y así también en USA.
El precio oscila entre 2.800 y 10.600 euros según el peso de la piedra (de 0,25 a 1 quilate), lo que, según Willy, vale la pena ya que por ejemplo, en Alemania, un entierro completo cuesta 12,000 euros, y así también en USA.
La industria del
“diamante humano” está en plena expansión, con empresas instaladas en
España, Rusia, Suiza, Ucrania y Estados Unidos.
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