sábado, 19 de noviembre de 2011

EL CONVOY DE LA VIDA

En un viaje de convoy, a lo largo del trayecto, pueden suceder una gran diversidad de situaciones.
Nuestra existencia terrenal puede ser comparada a uno de esos viajes, más o menos largo.
Primero, porque está llena de embarques y desembarques, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y grandes tristezas en algunas partidas.
Cuando nacemos, entramos en el convoy y nos encontramos con personas que deseamos que  sigan siempre con nosotros: nuestros padres.
Infelizmente, eso no va a suceder: en alguna estación ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños, amistad y compañía insustituibles.
Más durante el viaje, otras personas especiales embarcarán y seguirán viaje con nosotros: nuestros hermanos, amigos, amores e hijos.
El viaje no es igual para todos. Algunos hacen un paseo, otros sólo ven tristezas, y otros todavía circulan por el convoy, prontos para ayudar a quien precise.
Muchos descienden y dejan nostalgias eternas... Otros pasan de una forma que,  cuando desocupan su asiento, nadie se da cuenta.
Curioso es constatar que algunos pasajeros que nos son caros, se acomodan en vagones distantes del nuestro, lo cual no impide, está claro, que durante el recorrido nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.
Mas eso no importa, pues el viaje está lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, despedidas.
Lo importante, es que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible, buscando relacionarnos bien con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.
Debemos acordarnos siempre que, en algún momento del trayecto, ellos podrán flaquear y precisamos entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y queramos que haya alguien que nos entienda.
La gran diferencia, al final, es que en el convoy de la  vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender, y mucho menos en qué estación descenderán nuestros amores, ni aún aquél  que está sentado a nuestro lado.
Es posible que, cuando tengamos que desembarcar, la añoranza nos venga a hacer compañía.
Porque no es fácil separarnos de los amigos, ni dejar que los hijos sigan el viaje solos.
Mientras tanto, en algún lugar, hay una estación principal para donde todos seguimos. Allá nos reencontramos todos.
Y cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones en poder abrazar a nuestros amores y matar la añoranza que nos hizo compañía por largo tiempo...
Que nuestro breve viaje sea una gran oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquéllos que viajan a nuestro lado, porque no fue el azar que los colocó allí..
Que aprendamos a amar y a servir, comprender y perdonar, pues no sabemos cuánto tiempo aún nos resta hasta la estación donde tendremos que dejar el convoy.
Si su viaje no transcurre exactamente como esperaba, dele una nueva dirección.
Observe el paisaje maravilloso con que Dios adornó todo el trayecto...
Busque una manera de dar utilidad a  sus horas.
Preocúpese con aquéllos que siguen viaje a su lado.
Deje de lado las quejas y haga que su trayecto quede marcado con rastros de luz.
Piense en eso... Y buen viaje!
E-mail de Don Leo

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