Es inútil engañarse. Barril a barril, metro cúbico a metro cúbico, las
reservas mundiales de petróleo y gas
natural se agotan. Su desaparición no es inminente, pero sí preocupante. Tanto,
que buena parte de la comunidad científica, cuando se le consulta sobre las
consecuencias de la extinción de dos de nuestras principales
fuentes de energía, Su respuesta es prácticamente unánime: si en un
futuro no muy lejano queremos seguir disfrutando de electricidad, calor e
iluminación a un precio razonable, debemos buscar nuevos métodos para
producirlos u optimizar la explotación de los recursos que hoy tenemos a
nuestro alcance.
La escasez de combustibles fósiles resultará palpable en unas pocas décadas.
La escasez de combustibles fósiles resultará palpable en unas pocas décadas.
FutureGen, será una súper planta localizada al otro lado del Atlántico,
en Conles County (Illinois). Aunque se prevé que las instalaciones produzcan
275 megavatios –suficientes para alimentar a 275.000 hogares estadounidenses–,
su valor añadido no es tanto su poder energético, sino sus reducidas emisiones,
que serán cercanas a cero. La clave se halla en el secuestro
del dióxido de carbono, una técnica que, en esencia, consiste en
encapsular este compuesto a gran profundidad, en acuíferos salinos o en campos
petrolíferos ya explotados, y almacenar los otros contaminantes en zonas
seguras.
FutureGen será, además, un modelo de rendimiento energético. Y es que uno de los principales problemas de la generación de electricidad es la cantidad de energía que se derrocha en el proceso. Por ejemplo, en muchas de las plantas térmicas en las que se quema carbón, sólo se aprovecha el 38% del combustible. El resto se pierde. Las estimaciones del Instituto Fraunhofer señalan que el hecho de aumentar la eficiencia de una de estas plantas en sólo un 1% reduciría el consumo de la negra sustancia (el carbón) en 16.000 toneladas al año y el de emisiones de CO2 en otras 43.000. De momento, las más eficaces, de ciclo combinado, que utilizan turbinas de gas y vapor, alcanzan un rendimiento de alrededor del 52%.
FutureGen será, además, un modelo de rendimiento energético. Y es que uno de los principales problemas de la generación de electricidad es la cantidad de energía que se derrocha en el proceso. Por ejemplo, en muchas de las plantas térmicas en las que se quema carbón, sólo se aprovecha el 38% del combustible. El resto se pierde. Las estimaciones del Instituto Fraunhofer señalan que el hecho de aumentar la eficiencia de una de estas plantas en sólo un 1% reduciría el consumo de la negra sustancia (el carbón) en 16.000 toneladas al año y el de emisiones de CO2 en otras 43.000. De momento, las más eficaces, de ciclo combinado, que utilizan turbinas de gas y vapor, alcanzan un rendimiento de alrededor del 52%.
¿Aún debemos apostar por la fisión atómica?
Si. Pero ojo, porque en esta carrera contrarreloj por reducir los gases contaminantes, la tan a menudo denostada energía nuclear aún puede tener una importante misión que cumplir. Según el Foro de la Industria Nuclear, ésta garantiza el abastecimiento, frena las emisiones y reduce nuestra dependencia energética, por lo que ocupa un lugar insustituible en nuestro sistema eléctrico. Esta asociación, que agrupa a las empresas relacionadas con el uso pacífico de este tipo de energía, señala que los 438 reactores que funcionan en la actualidad producen el 17% de la electricidad mundial. Además, se encuentran en construcción otros 44 en Francia, Finlandia, Corea del Sur, China, la India y Rusia. Eso sí, el combustible del que se nutren no es ilimitado. Aunque para producir energía mediante reacciones nucleares de fisión pueden usarse isótopos de polonio, torio, plutonio o estroncio, el uranio-235 –el único fisionable que se encuentra en la naturaleza– es el más ampliamente utilizado en los reactores nucleares. De hecho, la Empresa Nacional de Uranio estima que sus reservas conocidas sólo podrán abastecer las centrales durante los próximos 80 años.
Si. Pero ojo, porque en esta carrera contrarreloj por reducir los gases contaminantes, la tan a menudo denostada energía nuclear aún puede tener una importante misión que cumplir. Según el Foro de la Industria Nuclear, ésta garantiza el abastecimiento, frena las emisiones y reduce nuestra dependencia energética, por lo que ocupa un lugar insustituible en nuestro sistema eléctrico. Esta asociación, que agrupa a las empresas relacionadas con el uso pacífico de este tipo de energía, señala que los 438 reactores que funcionan en la actualidad producen el 17% de la electricidad mundial. Además, se encuentran en construcción otros 44 en Francia, Finlandia, Corea del Sur, China, la India y Rusia. Eso sí, el combustible del que se nutren no es ilimitado. Aunque para producir energía mediante reacciones nucleares de fisión pueden usarse isótopos de polonio, torio, plutonio o estroncio, el uranio-235 –el único fisionable que se encuentra en la naturaleza– es el más ampliamente utilizado en los reactores nucleares. De hecho, la Empresa Nacional de Uranio estima que sus reservas conocidas sólo podrán abastecer las centrales durante los próximos 80 años.
A nadie pasa inadvertido que para aprovechar al máximo las fuentes de
energía del futuro será preciso reestructurar a fondo la red eléctrica. Al
final no se trata sólo de evitar las grandes pérdidas que la afectan en la
actualidad, sino conseguir que, por ejemplo, los parques eólicos siberianos alimenten
el aire acondicionado de Madrid o que los paneles solares de Australia se usen
para iluminar EE UU. Las propuestas se multiplican, pero lo cierto es que, hoy
por hoy, no existe una receta mágica para afrontar la latente crisis energética
que algunos ya comparan con el fantasma de la Guerra Fría. Lo dice muy claro
Michael Pacheco, director del Centro Nacional de Bionergía de EE UU: “Vamos a
necesitar todo lo que podamos obtener de la biomasa, el sol, el viento… y la
cuestión aún seguirá siendo si tendremos suficiente”.
Sistema Kurata de obtención de biocombustibles
Hace unos años, en el Instituto de Ondas Cuánticas de Kobe (Nihon
Quantum Wave Research) en Japón, a través de la Fundación Kurata, crearon el
conocido Sistema Kurata, un novedoso método para producir biocombustibles a partir de aceites, biomasa residual,
plásticos y cualquier material con carbono e hidrógeno. Te explicamos cómo
funciona.
A partir de materias primas como biomasa residual,
aceites industriales usados, plásticos y, en definitiva, cualquier materia que
contenga carbono e hidrógeno se puede producir combustible de
manera rentable y eficaz.
Estas materias primas se emulsionan con agua activada previamente, para
después producir un fenómeno llamado hidrocracking en un reactor, donde acaba evaporándose la mezcla. Estos gases se
introducen en un catalizador para descomponer las cadenas carbono-hidrógeno
para posteriormente recomponerlas en largas cadenas de hidrocarburos. Esta reacción se induce a través de "un
catalizador metálico que rompe las cadenas modificando el movimiento
ondulatorio que poseen"
Pero los coches no consumen combustibles en fase gaseosa, por lo que el
siguiente paso es la condensación, produciéndose un hidrocarburo sintético en
forma líquida. Posteriormente, para que los vehículos puedan utilizar el gasoil
o gasolina utilizados, debe limpiarse el hidrocarburo
por fuerza centrífuga.
"El petróleo pesado y
el plástico residual, por ejemplo, están formados por una gran cantidad de
átomos de hidrógeno y carbono. Estos compuestos pueden dividirse en moléculas
más pequeñas con la elasticidad propia de las ondas cuánticas y del giro
magnético. Si estas moléculas más pequeñas se introducen en un catalizador que
tenga la frecuencia y el movimiento ondulatorio del petróleo ligero, pueden formar petróleo ligero".
De este modo, la técnica permite descomponer compuestos pesados en moléculas más pequeñas para después volver a unirlas y crear el compuesto que se desee. El molde del catalizador empleado en el proceso es la clave, pues se diseña en función del combustible que se quiere obtener.
De este modo, la técnica permite descomponer compuestos pesados en moléculas más pequeñas para después volver a unirlas y crear el compuesto que se desee. El molde del catalizador empleado en el proceso es la clave, pues se diseña en función del combustible que se quiere obtener.
Fuente: muyinteresante.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario