martes, 25 de diciembre de 2012

EL CIGARRILLO, LA ADICCION MAS MORTÍFERA DEL SIGLO XX


"El cigarrillo es el más mortífero “invento” en la historia de la civilización humana", dice Robert Proctor, de la Universidad de Stanford. "Mató a cerca de 100 millones de personas en el siglo XX".
Jordan Goodman, autor de "Tabaco en la historia", afirma que como historiador se cuida de señalar individuos, "pero en el caso del tabaco puedo decir con seguridad que 
James Buchanan Duke -también conocido como Buck Duke- fue el responsable del fenómeno de siglo XX conocido como cigarrillo".
Duke no sólo ayudó a crear el cigarrillo moderno, también fue pionero en los métodos de comercialización y distribución que lo catapultaron al éxito en todos los continentes.

Buck Duke
De la mano a la máquina
En 1880, a la edad de 24 años, Duke entró en lo que era entonces un nicho en el negocio del tabaco: los cigarrillos enrollados.

Un pequeño grupo en Durham, Carolina del Norte, EE.UU., enrollaba a mano los cigarrillos "Duque de Durham", y retorcía los extremos para sellarlos.
Dos años más tarde Duke vio una oportunidad. Comenzó a trabajar con un joven mecánico llamado James Bonsack, quien dijo que podía mecanizar la fabricación de cigarrillos. Duke estaba convencido de que la gente preferiría fumar esos cigarrillos prolijamente enrollados, hechos a máquina y perfectamente simétricos.

La máquina de Bonsack revolucionó la industria del cigarrillo.
"Producía un cigarrillo de longitud infinita, cortado en los largos adecuados por tijeras giradoras", explica Robert Proctor en conversación con la BBC.
Los extremos abiertos significaban que tenía que ser "rellenados con aditivos químicos". Añadieron azúcar, glicerina y melaza, y productos químicos para evitar que se resecara.
Pero mantener húmedos los cigarrillos no fue el único desafío que le presentó el antiguo artilugio de Bonsack a Duke.
Mientras las operarias de las fábricas enrollaban alrededor de 200 cigarrillos por turno, la nueva máquina producía 120.000 cigarrillos al día, aproximadamente una quinta parte del consumo de EE.UU. en ese momento.

"El problema era que estaba produciendo más cigarrillos de los que podía vender", dice el historiador Goodman. "Tenía que encontrar la manera de captar este mercado".
La respuesta estaba en la publicidad y el mercadeo. Duke patrocinó carreras, ofreció cigarrillos gratuitamente en concursos de belleza y colocó anuncios en las nuevas glossies, las primeras revistas de moda ilustradas.
Sólo en 1889 se gastaron US$800.000 en la comercialización (aproximadamente US$25 millones en dinero actual).
Bonsack retuvo la patente de su máquina, pero en señal de agradecimiento por el apoyo que brindó Duke a su desarrollo, le ofreció un descuento del 30% sobre el contrato de arrendamiento. Esta ventaja competitiva, junto con una vigorosa promoción, fue clave para el éxito precoz de Duke.

Como había sospechado, a la gente le gustaron los cigarros industriales. Tenían un aspecto moderno y más higiénico, algo que destacó en una campaña contra los cigarros, que eran fabricados a mano y con saliva.


Comercialización: ¡Mujeres, a fumar!
El Doctor Robert K. Jackler de la Universidad de Stanford explica cómo se empezó a incitar a las mujeres a fumar en los comienzos del siglo XX:
La industria tenía un problema. No podía invitar a las mujeres a fumar a través de la publicidad, tenían que provocar un cambio cultural.
Una mujer fumando en una esquina era señal de prostitución. Una mujer fina nunca fumaría en público.
Edward Bernays - quien formó parte de la familia de Sigmund Freud - fue contratado por la compañía American Tobacco para crear una estrategia de relaciones públicas que permitiera fumar a las mujeres.
A finales de los años 20, por ejemplo, pagaron a un grupo de mujeres para que marcharan por la Quinta Avenida en Nueva York, en el desfile de Semana Santa, blandiendo cigarrillos como sus "antorchas de libertad".
Esto se convirtió en símbolo de la emancipación de las mujeres.
Fuente: BBC Mundo.

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