APLICA TÚ, LA DUDA RAZONABLE. wuv
* La certeza de la vida futura no excluye las aprensiones
del hombre en cuanto a la muerte.
Hay muchos que temen no propiamente la vida
futura, sino el momento de la muerte.
¿Será ella dolorosa?
El cuerpo casi siempre sufre más durante la
vida que en el momento de la muerte y que los sufrimientos que algunas veces se
experimentan en el instante de la muerte son un gozo para el Espíritu.
* Es preciso, sin embargo, que consideremos
que la muerte no es igual para todos y que, al contrario, hay una variación muy
grande, tan grande como las diferentes formas de vivir adoptadas por las
personas vivas. Viéndose la calma de algunos moribundos y las convulsiones
terribles de otros, se puede previamente juzgar que las sensaciones
experimentadas no siempre son las mismas.
* La separación del alma es hecha de forma
gradual, pues el Espíritu se desprende poco a poco de los lazos que lo prenden,
de forma que las condiciones de vivo o muerto, en el momento del desenlace, se
confunden y se tocan, sin que haya una línea divisoria entra las dos.
* Algunos factores pueden influir para que
el desprendimiento ocurra con mayor o menor facilidad, factores que están
relacionados con el estado moral del hombre cuando está vivo.
La afinidad entre el
cuerpo y el espíritu es proporcional al apego del individuo a la materia, que alcanza su punto
máximo en el hombre cuyas preocupaciones hablan al respecto exclusivamente de
la vida de gozos materiales. Al contrario de eso, en las almas puras – que
anticipadamente se identifican con la vida espiritual – el apego es casi nulo.
El desprendimiento del
alma jamás es brusco, sino gradual
* Tratándose de muerte natural resultante de la extinción
de las fuerzas vitales por vejez o enfermedad, el desprendimiento se opera
suavemente. Para el hombre cuya alma se desmaterializó y cuyos
pensamientos se destacan de las cosas terrenas, el desprendimiento casi se
completa antes de la muerte real, o sea, teniendo el cuerpo aun vida orgánica,
el Espíritu ya comienza a penetrar la vida espiritual, sólo unido a la materia
por el hilo tan frágil que se rompe con el último latido del corazón.
* En el hombre
materialista, que más vive del cuerpo que del Espíritu, y para quien la vida
espiritual nada significa, todo contribuye para estrechar los lazos materiales
y, cuando la muerte se aproxima, el desprendimiento, aunque también se opere
gradualmente, demanda mayores esfuerzos. Las convulsiones de la agonía son
indicios de la lucha del Espíritu, que a veces procura romper los hilos
resistentes, y otras veces se agarra al cuerpo, del cual una fuerza
irresistible lo arrebata con violencia, molécula por molécula.
* El desconocimiento de
la vida espiritual hace que el Espíritu se apegue a la vida material, estrechando sus
horizontes y resistiendo con todas las fuerzas, consiguiendo prolongar la vida
y, consecuentemente, su agonía, por días, semanas o meses. En tales casos, la
muerte no implica el fin de la agonía, pues la perturbación continua y él,
sintiendo que vive, sin saber definir su estado, siente y se resiente de la
dolencia que puso fin a sus días, permaneciendo con esa impresión
indefinidamente, una vez que continua unido a la materia por medio de puntos de
contacto del espíritu con el cuerpo.
* Se da lo contrario con el hombre que se espiritualizó
durante la vida. Después de la muerte, ni una sola reacción le afecta. Su
despertar en la vida espiritual es como quien despierta de un sueño tranquilo,
jovial, para iniciar una nueva fase de su vida.
* En las muertes violentas, como en los
accidentes, ninguna desagregación tuvo inicio antes de la separación del
espíritu. En ese caso, el desprendimiento sólo comienza después de la muerte y
su término no ocurre rápidamente. El Espíritu queda aturdido, no comprende su
estado, permaneciendo en la ilusión de que vive materialmente por un periodo
más o menos largo, conforme su nivel de espiritualización.
* En los casos de suicidio,
la separación del alma es extremadamente dolorosa. Constituyendo el suicidio un
atentado contra la vida, el sufrimiento casi siempre permanece por un periodo
igual al tiempo en que el Espíritu debería estar vivo. Además de eso, los
dolores de la lesión física provocada repercuten en el Espíritu. La
descomposición del cuerpo y su destrucción por los gusanos son sentidas con
detalles por el Espíritu desencarnado, por cuanto tal hecho no constituye una
regla general. Hay además el remordimiento, que genera
sufrimiento moral para aquel que decidió desertar de la vida.
Autor: Fdo. Cristobal Aguilar.
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